11

2.8K 247 27
                                        

Las semanas pasaron. Semanas en las que no le dirigí la palabra apenas. Rose ya había vuelto y Robert se quedaría sólo un par de días más, pues resulta que estaba casado y no precisamente con Charlotte, sino que tenía mujer e hijos al otro lado del país.

Fui a la cocina y vi a Rose preparando algo en el horno.

-Huele de maravilla, Rose. ¿Qué estás cocinando?

-Berenjenas rellenas, muchacha. ¿Te gustan?

-Nunca las he comido. -Admití sentándome en una de las sillas.

-Pues te encantarán, créeme.

No sabía que hacia ella aún aquí, puesto que ya era por la tarde y sólo venía por las mañanas, pero no dije nada. Aproveché que tenía más confianza con ella para preguntarle algo que rondaba mi cabeza hacía varias semanas.

-Rose, me da apuro preguntarte esto, pero ¿por qué te negaste a ayudarme el día que nos conocimos? -Dije jugando con mis dedos encima de la mesa, nerviosa.

-Niña, no quiero que me guardes rencor. -Se aproximó a mí y tomó mis manos entre las suyas. -El señor hizo algo muy bueno por mí hace mucho tiempo. Yo sé que él no es malo, por eso, aunque estabas asustada, me negué a dejarte escapar. Tuviste mucha suerte en acabar aquí y no en la casa de algún desgraciado sin corazón. -Su mirada reflejó arrepentimiento. -No podía ni puedo traicionar al señor con todo lo que hizo por mí. Perdóname, muchacha.

-No debes disculparte, sólo quería saber el porqué de tanta lealtad hacia Axel. -Sonreí cansada. -Tienes razón, él no es tan malo como creí conmigo, pero con otras personas... ¿Sabes a qué se dedica?

Rose asintió con una mueca de tristeza mientras daba palmaditas a mis manos.

-¿Qué hizo Axel por ti, Rose? Si puedo saberlo, claro.

-Muchacha, yo vivía...

-Buenas tardes. -Imterrumpió el señor ojos verdes entrando a la cocina.

-Hola, señor. -Saludó Rose a su jefe.

-¿Sigues sin dirigirme la palabra? -Me dijo con una sonrisa ladeada.

No respondí y fui a la nevera en busca de alguna bebida refrescante. Miré en dirección a la piscina, tenía ganas de darme un baño, pero sin bikini y con Axel y Robert rondando por aquí me daba vergüenza.

-¿Quieres ir a la piscina? -Preguntó, tendiéndome una bolsa con algo dentro.

"¿Ahora lee mis pensamientos o qué?"

Cogí la bolsa de mala gana y miré en su interior. Dentro de ella había un bikini de color blanco. Me quedé impresionada por su detalle.

-Te he leído la mente, ¿eh? -Dijo levantando una ceja.

-No seas idiota. -Contesté pasando por su lado. -Hace muchísimo calor estos días y has supuesto que querría bañarme, pero no tenía traje de baño.

-Chica lista. -Me apremió.

-¿También me has comprado un pijama? Ah, espera, no. -Dije, dándome la vuelta y observándole. -Yo también leo la mente, Axel. -Dije irónicamente mientras subía las escaleras para ponerme el bikini.

Claro que no me iba a comprar nunca un pijama. Le encantaba verme medio desnuda por la casa con sus camisas.

-¡Me agotas la paciencia! -Escuché que gritó.

Me quité su camisa y la ropa interior para ponerme el bikini. El muy maldito había acertado con la talla de ambas prendas.

"¿Con cuántas mujeres has estado como para saber tan bien lo que me viene?".

Nada más importa (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora