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-¿Q-Qué has di-dicho?

El descubrir las respuestas de preguntas que quizá nunca teníamos que haber formulado a veces nos hiere... y la razón por la que Axel cometía tales atrocidades lo hizo. Nunca había comprendido su dolor, pero pude ponerme en sus zapatos en ese momento. No sabía si podía soportar la idea de tener que enterrar a la persona que más amas.

Mi madre nunca me quiso, eso es un hecho, sin embargo, mis compañeros de internado hablaban de sus madres como si fueran lo mejor del mundo. A veces, ellas hablaban conmigo cuando venían de visita a ver a sus hijos; parecían personas normales, pero cuando veía la emoción y alegría en las caras y voces de mis compañeros entendía que las madres eran personas que te quieren más que a sí mismas. Siempre hay excepciones, claro. Mi madre, como la de muchas otras personas, no sienten nada por sus hijos. Se abren de piernas, se embarazan y luego se arrepienten de no haber usado protección.

El caso es que quise ponerme en la piel de Axel; sentir su dolor. Querer creer que sólo hacía lo que hacía por venganza, por sentir rencor y odio hacia las personas que acabaron con la vida de la persona a la que más quería en el mundo: su madre. La persona que estuvo con él para bien o para mal. Que le crió... que le educó... que le amó.

-Me has oído perfectamente. -Escupió con enojo.

-Axel, yo no sabía... -noté que mis ojos se llenaron de lágrimas.

-¿No sabías qué? -Interrumpió dolido, pero lleno de enfado. -¿Que mi obsesión por arrebatar la vida a esos hijos de puta era porque asesinaron a sangre fría a mi madre? -Se aproximó a mí, mirándome con los ojos entrecerrados y mueca de superioridad. Como si yo no pudiera comprender su dolor. -La torturaron y violaron, Alessa. Su piel tenía más quemaduras que un jodido cenicero. Le arrancaron tres dedos de ambas manos. La violaron, al menos, siete veces. Rompieron casi todas sus costillas y sus muñecas... y ¿todavía pretendes que me compadezca de sus familias? -Acercó su cara a la mía hasta casi rozar nuestras narices. Su expresión rebosaba ira y odio. -Siento decepcionarte, nena, pero sus familiares me importan una puta mierda.

Salió de la cocina antes de que yo pudiera decir nada.

Me sentí idiota. Me enfadé conmigo misma por haberle hecho hablar sobre algo que le hería. Por haberle enojado tanto que tuvo que sacar todo a la luz, siendo un tema tan delicado y turbio. Por meterme en su vida privada sin haber sido invitada.

Me enfadé conmigo misma por  hacerle daño.

☆☆☆

Se había ido.

Ya era de noche y él todavía no había dado señales de vida.

Estaba preocupadísima y nerviosa. Me arrepentía de todo lo que dije para hacer que Axel me lo contara.
Me sentía asqueada conmigo misma por haberle hecho recordar algo tan duro... pero no podía cambiarlo.

Estaba tirada en la cama torturándome mentalmente con los hechos ocurridos hacía unas horas. No tenía fuerzas para nada. No quise leer, ni ver la televisión, ni siquiera tenía fuerzas para ducharme. Sólo rezaba en silencio para que volviera a casa sano y salvo.

Oí la puerta principal de la casa abrirse y de un brinco salí de la cama, me ajusté rápidamente la camisa de Axel para que no se me viera nada íntimo y bajé velozmente las escaleras.

Estaba sentado en el sofá, con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones y la cabeza recostada hacia atrás en el respaldo del sofa. Me fijé en que tenía los ojos cerrados y una expresión de agotamiento en la cara.

Llegué hasta él con rapidez y no lo pensé dos veces; me lancé hacia él, sentándome sobre sus piernas, apoyando la cara en su pecho, y le abracé. Le abracé con fuerza, dando gracias al cielo porque llegara intacto a casa.

Nada más importa (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora