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Escuché voces procedentes de la sala principal mientras bajaba por las escaleras. Menos mal que me había vestido, con unos pantalones vaqueros y una camiseta rosa con la que se me veía un poco el ombligo.

Desde lo de la biblioteca con Axel hacía unos días, no habíamos vuelto a hablar. Él estaba poco en casa, sólo lo veía algunas mañanas y, sobre todo, las noches. Aún así no nos habíamos hablado, ni siquiera vi que me mirara.

Me exalté cuando descubrí de quién se trataba la voz con la que Axel estaba hablando. Drew.

"Ese maldito de Drew", pensé con rabia contenida.

Me dirigía a la cocina, sin prestarle atención a lo que estuvieran diciendo, cuando oí a Drew hablando de mí.

-¿Has probado ya la mercancía? -Vi cómo me miró, como si fuera un chuletón y él estuviera hambriento.

Mi ira se desbordó en ese momento.
Con los puños cerrados y enfadada más que nunca, me acerqué a él y le propiné una patada en los genitales, haciendo que este cayera al suelo de rodillas y tapando con ambas manos la zona.

Me sentí agustísimo conmigo misma en ese momento. Miré a Axel en busca de alguna mirada de desprecio por su parte hacia mí, pero no la encontré. Su rostro estaba neutro. Pareció darle igual si le pateaba los huevos a su amigo como si le pegaba un tiro en la sien. Ni se inmutó.

-¡Joder! -Gritó. -¿Qué le pasa a esta zorra!

-¡¿Zorra?! -Grité yo también. -¡Hijo de puta! ¡¿Me secuestras y encima me llamas zorra?! -Estampé mi mano en su cara, haciéndole tambalear.

-¿No va a hacer nada, señor? -Preguntó, esperando que Axel me pegara o algo así.

-Es tu problema. -Contestó indiferente. -Tú te lo has buscado.

Fui a la cocina sin preocuparme más por ese desgraciado. Tenía hambre y miré en la nevera si Rose dejó algo ya preparado del día anterior. Ese día era sábado y ella no trabajaba los fines de semana. Encontré un gran trozo de empanada de atún, la boca se me hizo agua al instante. Iba a sacar el trozo cuando alguien estiró de mi pelo.

-¿Quién mierda te crees que eres, muñequita? -Dijo con su mano enganchada a la raíz de mi cabello.

Grité de dolor en cuanto tiró de mí hacia atrás.

Axel entró rápido a la cocina y me liberó de la agresión de ese ser despreciable. Lo agarró por el cuello con una sola mano, levantándolo del suelo, y lo estampó contra la pared. Su mirada y cara expresaban tanta ira que hasta a mí de dio miedo. Me aparté de ellos un poco, asegurándome de que yo no me llevaría ningún golpe.

Creí que Drew se asfixiaba, su cara iba tomando un color rojo poco a poco.

-¡NO VUELVAS A TOCARLA! -Gritó, como nunca antes le había oído. -Te recuerdo que fuiste tú quien pagó con ella, ¿sabes lo que eso significa?

Drew negó como pudo con la cabeza, que poco a poco se tornaba más roja, llegando incluso a perecer morada.

-¡Significa que es mía! ¡¿ME HAS OÍDO?! -Volvió a gritar. -¡Y SABES DE SOBRA QUE LO MÍO NO SE TOCA, IMBÉCIL!

Tal era la fuerza que empleaba en sus gritos roncos, que una vena se hinchó a la altura de su sien mientras que más venas aparecían alrededor de su cuello.

Drew asintió y Axel lo dejó caer al suelo. El mayor de los dos le miró con miedo y respeto.

-¡Ahora, lárgate de mi vista! -Bramó Axel.

No se lo pensó ni dos segundos antes de salir corriendo hacia la puerta y salir disparado montado en su coche.

Él aún no se había movido desde que le gritó por última vez.

Nada más importa (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora