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-Necesito que te cambies de ropa. -Dijo Axel, vi por el espejo que estaba mirándome de arriba a abajo. -Aunque así no estás mal, nena.

Dejé el labial con el que me estaba pintando los labios, que Axel me regaló hace unos días junto con más útiles de maquillaje, y me giré para mirarle. Estaba apoyado en el marco de la puerta del baño, con los brazos cruzados sobre su pecho y mirada lasciva. Me asombré al ver que vestía con ropa normal. Nada de trajes y corbatas, sólo una camiseta de tirantes, que dejaba a la vista sus voluminosos músculos, y unos vaqueros de color azul claro. Por lo general, cuando no iba con traje vestía solamente con un pantalón de chándal, así que me impresionó.

Eché un vistazo a mi ropa.

Llevaba puesta una camiseta de manga corta gris, con la que se me veía el ombligo, y unos shorts blancos. Para mí no era ropa fuera de lo común.

-¿Para qué quieres que me cambie?

-Vamos a salir. -Confirmó metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón.

-¿A dónde vamos? -Pregunté dándome la vuelta para ponerme rímel en las pestañas.

-A comprar algo de ropa.

-¿Ropa? -Me giré incrédula. -Tienes más ropa que un centro comercial.

-No es para mí, nena. -Respondió con voz seductora. Se aproximó a mí y escondió un mechón de pelo detrás de mi oreja. -Es para ti.

-Tengo suficiente ropa, Axel.

-¿De verdad? -Me miró con superioridad, alzando las cejas. -¿Qué harás cuando, dentro de un mes, haga frío? ¿Te pondrás esas camisetas?

"Es verdad, no había pensado en eso".

-No hace falta que me compres ropa. Yo podría buscar trabajo en la ciudad y comprarme lo que quisiera.

-Ni en tus mejores sueños. -Contestó arrogante, se agachó un poco hasta que su cara quedó a la misma altura que la mía. -No vas a trabajar.

-¿Por qué no? -Protesté frunciendo el ceño. -Así podría tener mi propio dinero y no estaría aburrida como una ostra cuando tú no estás aquí.

-Tener un trabajo también implica que tienes que salir de aquí sin mí. -Frunció también su ceño.

-¡No voy a escaparme! -Levanté las manos en señal de exasperación.

Salí del baño con él pisándome los talones.

-Eso no puedo saberlo. -Contraatacó posicionándose a mi derecha, pegado al armario en el que yo buscaba ropa para cambiarme. -No hace falta que te cambies, así vas bien.

-¿Que no puedes saberlo? -Repetí en voz alta. -¿No te has dado cuenta ya?

-¿Qué? -Habló sin comprender lo que le decía.

-Nada, déjalo, ¿vale? -Respondí volviendo a meter mi ropa en el armario.

-No, Alessa. Darme cuenta ¿de qué?

-¡De nada, Axel! Es una idiotez, olvídalo. -Exclamé enfadándome un poco.

-¡Habla conmigo, joder! -Gritó malhumorado. -¿De qué no me doy cuenta?

-¡De que me gusta estar contigo, ¿vale?! -Chillé envalentonada, él se sorprendió ante mi repentina y agresiva confesión. -¡Estoy cómoda aquí! Me siento agusto y disfruto de tu compañía. ¿Por qué iba a escaparme ahora que sé que no eres un violador?

No dijo nada. Se sentó en la cama y me miró con esos hermosos ojos. La habitación se sumergió en un silencio tan intenso que pude escuchar el palpitar desenfrenado de mi corazón.

Nada más importa (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora