Miré sollozando a mi alrededor en la habitación en la que Naomi me había metido a la fuerza, amenazando con pegarme un tiro en la sien. Me había empujado violentamente haciéndome caer de bruces contra el suelo y me había encerrado allí.
Un mugroso colchón lleno de manchas amarillentas, con algunos muelles a la vista, latas de cerveza vacías desparramadas por el suelo, una pequeña mesa de madera y una ventana con gruesos barrotes eran lo único que me hacían compañía. Olía tan mal ahí dentro que me entraron náuseas, pero esa sensación era mejor que el terror y pánico que sentía.
Mi cuerpo entero temblaba cuando me acerqué a la puerta e intenté abrirla, pero como ya imaginaba estaba cerrada.
Las lágrimas caían desde mi barbilla al suelo cuando me senté en él y abracé mis piernas. Tenía tanto miedo que no podía hacer otra cosa más que llorar y rezar mentalmente para que aquello terminase de una vez. Me obligaran a lo que me obligaran a hacer quería que fuese rápido.
Mi estómago se estrujó violentamente hasta casi quitarme la respiración cuando, minutos después, escuché pasos aproximándose. Con cada paso que oía mi corazón bombeaba con más fuerza preso del pánico. Todo mi cuerpo estaba rígido en esa posición encogida en la que me encontraba porque sabía lo que iba a suceder...
Me iban a violar.
Todos mis recuerdos pasaron por mi mente en apenas unos segundos. Recordé mi vida en el internado, recordé el momento exacto en el que me secuestraron, recordé la dulce sonrisa de Rose, las locuras de Masie, la simpatía de Jeremy, las tardes con West, los enfados de James... Rememoré todo lo importante que había vivido a lo largo de mi existencia. Pero sobretodo, le recordé a él.
Sus preciosos ojos verdes, sus hermosas sonrisas, su manera de tratarme, de quererme... Y empecé a llorar con más intensidad.
¡Le quería, joder! Hubiera dado lo que fuera por intentar protegerlo, por tenerle siempre a mi lado e infundarle todo el apoyo y el cariño que merecía y más porque le amaba con toda mi alma. Porque a pesar de que sabía que era un asesino, también era plenamente consciente de que era una buena persona de sentimientos fuertes y puros...
Y no le volvería a ver jamás.
Sólo esperaba que descubriera que Drew era quien me había raptado por segunda vez y le hiciera pagar como sólo el podría hacerlo. Y sabía que no sería rápido y nada agradable de ver.
El corazón se me paró cuando la puerta a mi izquierda se abrió lentamente. No pude apartar mis ojos de la puerta hasta que vi un zapato asomar por detrás de la puerta y entonces sentí una opresión en el pecho que me cortó la respiración. Mi cabeza fue elevándose a medida que la persona se adentraba y cuando finalmente pude ver de quien se trataba la sangre se drenó de mis venas.
Drew...
La sonrisa que portaba en su repugnante boca me hacía enfermar y volvieron a entrarme náuseas. Se paseó por la estancia con lentitud mientras en su rostro llevaba una mueca de burla, se estaba riendo de mi sufrimiento.
Limpié el rastro de lágrimas de mis mejillas con las mangas de mi jerséi y le miré con odio, reflejando así lo mucho que me asqueaba tenerle frente a mí.
-Pobre Alessa... -dijo con una fingida mueca de pena-, secuestrada por segunda vez. Es una lástima que tu futuro esté solo en mis manos, ¿verdad?
Se aproximó con pasos lentos y con esa estúpida sonrisa en la boca hasta acuclillarse frente a mí, yo encogí las piernas más todavía porque no iba a permitir que me tocara.
-Puedo ver perfectamente por qué Evans se fijó en ti, pero el muy gilipollas cometió un error -su voz sonaba con desprecio-: se enamoró. Ya no es el mismo de antes, por eso me exigió el dinero que me perdonó por entregarte. Pero, ¿sabes qué?, ya no me importa esa estúpida deuda. Contigo aquí le tengo comiendo de mi mano.
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Nada más importa (Libro #1)
Novela Juvenil¡Historia ganadora en los Ficti-loveawards2020! Alessa es una chica de veinte años que una noche se escapa del internado en el que está obligada a vivir. Pero sus planes no salen como espera porque ese mismo día es secuestrada por un hombre que tien...