Pasé las tres siguientes noches sola, no porque Axel no hubiera estado, sino porque durmió en otra habitación alegando que no quería incomodarme más. En silencio se lo agradecí.
Estaba sentada en la cama mirando a la nada. Ya era de noche pero no tenía sueño.
Axel entró a la habitación quitándose la chaqueta del traje. Desaflojó la corbata con una mano y se sentó en el borde de la cama, suspirando cansadamente.
Encojí las piernas y las rodeé con ambos brazos, apoyando mi barbilla en las rodillas. Aún no me sentía valiente para andar a mis anchas.
-¿Cómo ha ido el día? -Preguntó, subiendo las mangas de su camisa hasta los codos de espaldas a mí, sin mirarme.
-Bien, creo. -Contesté secamente.
-Me alegro. -Se levantó de la cama y sacó del armario un pantalón de chándal gris.
Observé que caminaba en dirección a la puerta para marcharse. Había entrado para ver si estaba bien y, con las mismas, se marchaba para no molestarme. Seguramente, iría a su nueva habitación, en la que llevaba durmiendo tres noches por mi culpa.
-Axel. -Esperé a que se girara para mirarme.
-¿Sí? -Me miró con pesadez. Sus ojos rebosaban agotamiento.
-No... no tienes por qué dormir en otra habitación. -Sonreí débilmente. -Este es tu dormitorio, yo dormiré en otro sitio.
-No. -Negó con la cabeza. -Ya te has acostumbrado a este cuarto. Sé que te sientes cómoda aquí.
Bajé mi mirada y la posé en la manta de la cama.
-¿Algún día...? -Me callé de inmediato, sabedora de que la pregunta era una estupidez.
-Continúa.
-¿Algún día podré irme de aquí? -Mis ojos seguían puestos en la manta.
-Algún día, sí. -Su respuesta me pilló por sorpresa y levanté mi vista hacia él. -Si muero antes que tú. -No me convenció la contestación. Quise creer que estaba bromeando. También quise creer que la leve sonrisa que se dibujaba en su cara significaba que me estaba tomando el pelo.
Desapareció tras la puerta. Yo aún miraba el sitio donde él se encontraba cuando decidí dormir. Aunque no tuviera mucho sueño me obligué a dejar la mente en blanco para rendirme ante los brazos de morfeo.
-¡Deja de apretar las cuerdas! -Grité a quien fuera que me tuviera retenida.
Estaba de pie en medio de una oscura sala y alguien había inmovilizado mis manos, por encima de mi cabeza, con cuerdas que cada vez se clavaban más.
-¡Deja de gritar, mocosa! -Chilló una voz femenina.
Se oyeron pasos acercándose. No pude ver nada hasta que su cara estuvo frente a la mía. Evelyn me miraba con una estúpida sonrisa en la cara.
-¿Qué quieres de mí? -Pregunté intentando soltarme de las cuerdas.
-Sólo quiero que veas cómo la vida le devuelve a tu querido Axel todo lo malo que ha hecho.
Una ventana apareció e iluminó un poco la habitación en la que me encontraba. Al otro lado de ella, Axel estaba en la misma posición que yo; atado por las muñecas por encima de su cabeza y no llevaba camiseta. No estaba solo, un hombre que no recordaba haber visto en mi vida, portaba un cuchillo en la mano. Clavó la hoja de su arma muy lentamente en la piel de Axel y él gritó de dolor. Fue un grito tan ensordecedor que se escuchó por todas partes.
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Nada más importa (Libro #1)
Подростковая литература¡Historia ganadora en los Ficti-loveawards2020! Alessa es una chica de veinte años que una noche se escapa del internado en el que está obligada a vivir. Pero sus planes no salen como espera porque ese mismo día es secuestrada por un hombre que tien...