Pasaron los minutos... minutos que se me hicieron eternos.
Los nervios de mi estómago no me dejaban estar quieta. Deambulaba por la habitación sin saber qué hacer. Estaba preocupada por lo que fuera que podría pasar ahí abajo.
¡Por el amor de Dios, estaba preocupada por Axel!
Salió del dormitorio hace un buen rato y aún no había dado señales de vida.
No escuché disparos, gracias al cielo, pero no estaba tranquila. Un sin fin de trágicos finales para Axel aparecían uno detrás de otro en mi mente sin darme un respiro para pensar en algo positivo.
¿Y si estaba malherido? ¿Y si estaba inconsciente?
El temor a lo que pudiera ocurrir no daba pie a pensar en que, quizás, Axel ya hubiera espantado al intruso y él estaba abajo ordenando los desperfectos o cualquier otra cosa que no fuera algo malo.
Llevé mi uña del dedo pulgar a mi boca y comencé a darle pequeños mordiscos, debatiéndome entre salir y asegurarme de que estaba bien o quedarme y esperar a que él subiera.
Seguramente la segunda opción hubiera sido la mejor, pero, aparte de que siempre fui muy curiosa, necesitaba saber que Axel estaba sano y salvo.Mis piernas flaquearon cuando, sigilosamente, salí al pasillo. Bajé uno a uno los escalones pisando sólo de puntillas, cualquier ruido alertaría al intruso. Observé la sala principal recorriéndola de arriba abajo. No había nadie. Bajé el último tramo de escalera más aprisa, pero igual de sigilosa. Me encaminé hasta la cocina y ahí estaba, de espaldas a mí.
El señor intruso vestía unos pantalones de tela blancos y una camisa gris. Su pelo era muy corto y rubio.
Di gracias a que estuviera en la otra punta de la cocina revisando algo en su teléfono móvil, pues si no hubiera sido así, no podría haber cogido en mis manos el rodillo de amasar pizzas que estaba sobre la encimera de la cocina.
No vi señales de Axel por ningún lado y eso me alteró bastante.
"¿Qué ha hecho con él?"
A paso silencioso me acerqué a él, levanté el rodillo y, aunque fuera más alto que yo le daría de lleno en la cabeza. Le di con fuerza en la nuca, haciéndole caer al suelo.
-¡Alessa, no! -Exclamó Axel entrando del jardín trasero. Corrió al lado del intruso y lo agarró, pasando su brazo por encima de sus hombros.
El hombre no estaba inconsciente, pero supuse que sí un poco mareado.
Mi cara se transformó a una mueca de incredulidad y confusión.
-Es mi primo. -Dijo, llevándolo al salón. -Joder, la que has liado. -Lo acostó en el sofá.
Me miró con esa cara que tanto miedo me daba. Su ceño no podía estar más fruncido ni sus puños más cerrados. Sus ojos me inspiraron de todo menos confianza, sobre todo ira acumulada.
Di un paso a atrás y me dispuse a hacer lo que mas me gustaba, ayudar a alguien herido.Fui a la cocina, tomé un trapo que había sobre la mesa y saqué hielo del congelador. Busqué en los armarios hasta que encontré las medicinas, tenía que tomarse una para el dolor si no quería pasar varios días sin poder girar el cuello. Llevé al salón el trapo con hielo, la pastilla y un vaso con agua y se la entregué al hombre que ahora estaba sentado en el sofá.
-Lo siento mucho, yo...
-No te preocupes. -Sonrió sin mostrar sus dientes. -Axel casi me pega un tiro, preferiría mil veces esto. Me pasa por no llamar a la puerta.
-Él siempre enciende la alarma al dormir. ¿Cómo has entrado?
-Como ya te he dicho antes, es mi primo. Sabe la combinación de los números de la alarma. -Contestó Axel aún algo cabreado.
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Nada más importa (Libro #1)
Teen Fiction¡Historia ganadora en los Ficti-loveawards2020! Alessa es una chica de veinte años que una noche se escapa del internado en el que está obligada a vivir. Pero sus planes no salen como espera porque ese mismo día es secuestrada por un hombre que tien...