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Esa mañana me desperté tarde. Había pasado casi toda la noche despierta esperando a que Axel regresara. Tuvo que salir para hacer lo que ahora ya sabía que hacía por las noches. Regresó casi a las cinco de la madrugada, para esa hora yo ya estaba que me moría de preocupación. Incluso había preparado el kit de primeros auxilios, las agujas e hilos y estuve leyendo los libros de medicina hasta que volvió. Necesitaba estar preparada por si volvía a ocurrir lo de la otra vez.

Pero no fue así. Tal y como yo había rezado, Axel regresó ileso, simplemente estaba cansado.

Todavía odiaba lo que hacía, sin embargo no podía dejar de estar enamorada. Alguien me dijo una vez que uno no elige de quién se enamora... y qué razón tenía, pues aunque detestaba con todas mis fuerzas lo que él hacía no podía odiarle por ello.

Cuando bajé al piso inferior, Rose estaba terminando de limpiar el gran salón. Me restregué los ojos con las manos para apartar la somnolencia que aún quedaba en mí.

-Buenos días, Rose. -Saludé. -¡Por dios! ¿Qué te has hecho en el pelo?

Rose se avergonzó al instante, sus mejillas no podían estar más rojas.

-¿Tanto se nota? -Preguntó nerviosa.

Creí que Rose mostraba sus canas con orgullo, pero esto...

-¡¿Por qué tienes el pelo rosa?! -Exclamé escandalizada, me acerqué a ella y observé de cerca su cabello.

-En un principio iba a ser rojo. -Sonrió avergonzada.

-¿Y cómo ha pasado de rojo a rosa?

-Desde hace tiempo pensaba en tintar mi cabello. El color que más me gustó fue el rojo, así que decidí hacerlo. -Puso mueca de fastidio. -Pero Jeremy dijo "¿para qué vas a gastar dinero en peluquerías si puedo hacerlo yo"? -Intentó imitar la voz de su hijo, pero parecía que estaba burlándose de él. Suspiró. -No me preguntes cómo lo hizo porque ni yo misma lo sé.

Intenté no reírme, de verdad. Pero no pude. Cuando lo hice, Rose me miró fastidiada.

-¡Ahg!¡Es la última vez que confío en mi hijo! -Dijo más para ella misma que para mí.

Rose se adentró en la cocina y yo la seguí de cerca. Me serví un vaso de zumo y me senté en una de las sillas de la isla de la cocina, observando los movimientos de Rose y recordando la conversación pendiente que tenía con ella.

-Oye, Rose... -Hice una pausa para sacar el tema lo más normal posible. -Eh... ¿recuerdas que me contaste que Axel hizo algo muy bueno por ti?

-Claro, muchacha. -Sonrió. -También recuerdo que cuando estuvimos hablando el señor nos interrumpió.

-Sólo... sólo quería saber qué es lo que hizo. Si no te importa decírmelo, claro. -Mis ojos iban y venían de su cara a su pelo, era como estar mirando un casco hecho de chicle de fresa.

-No es algo que me enorgullezca, Alessa. -Que me llamara por mi nombre me hacía pensar que la cosa era seria. -Pero sé que puedo confiar en ti. -Sonrió triste y se sentó frente a mí con la mirada puesta en su regazo. -Yo amaba a mi marido, para mí él lo era todo. Cuando tuvimos a Jeremy pensé que no podía ser más feliz. Un marido que me amara y un bebé entre mis brazos era todo con lo que soñaba de joven. -Ella me echó un vistazo y yo asentí. -Un día, Joe perdió su empleo.

-Joe es el nombre de tu marido, ¿no?

-Difunto marido, querida. -Corrigió y yo entendí que ese era su nombre. -El mismo día que le despidieron pasó toda la noche emborrachándose en un bar. Cuando regresó le pedí explicaciones y él me contestó abofeteándome... -Sus ojos se entristecieron. -Creí que no volvería a suceder y le perdoné; Joe era el amor de mi vida. Noche tras noche, hacía lo mismo, volvía a casa de madrugada y, sin siquiera decirle yo nada, me daba una bofetada. Cada vez me agredía más, incluso llegó a dejarme el ojo morado. -Suspiró con pesadez. -Pero yo era tan ingenua que creía que algún día dejaría de golpearme.

Nada más importa (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora