10

3.1K 225 51
                                        

Estaba sola en casa.

Rose aún seguía en su semana libre, aunque en un par de días volvería, y Robert no había dado señales de vida desde hacía tres noches que se fue con Charlotte. Axel se había ido a no sé donde, porque no me lo dijo, como alma que lleva el diablo, tenía bastante prisa. Aún cojeaba y todas las noches desinfectaba la herida él mismo.

Bajé a la cocina, ya que estaba hambrienta. Busqué algo que fuera rápido de hacer como, por ejemplo espaguetis con carne y tomate. No es que fuera una gran cocinera, pero me sabía defender en la cocina. El único fallo que tuve fue preparar demasiada comida para mí sola, así que dejé lo que sobró en la nevera. Me serví un plato, que aún estaba caliente, y le eché queso rallado por encima.

Para mí sorpresa, Axel acababa de llegar. Entró en la cocina y se quedó mirándome unos segundos.

-¿Quieres? -Le ofrecí amablemente. Él aún me hablaba frío y distante.

Asintió y, cojeando, llegó hasta la isla, sentándose frente a mí. Con su perfecto traje impoluto y su aroma a perfume embriagando la cocina.
Adoraba ese olor, pero él no lo sabía.

Le serví un plato, con la comida caliente, y ambos nos pusimos a comer. Me fijé que tenía unas ojeras bastante marcadas y el negro cabello algo revuelto.

-¿Has tenido un mal día? -Pregunté, tras beber agua.

-¿Acaso te importa? -Contestó, sin levantar la vista de su plato.

-Si te pregunto es porque sí. -Dije con lógica aplastante.

-Te lo diré de forma que lo entiendas, muñeca... no te importa. -Dijo y sonrió falsamente después.

"Capullo..."

No terminé de comer, dejé el plato sobre la encimera para marcharme, más tarde lo lavaría. Me enfadaba la manera en la que me hablaba, como si le debiera algo. No le salvé para que me debiera un favor, lo hice desinteresadamente. Porque era una persona que necesitaba ayuda. Un hombre que me gustaba y necesitaba ayuda.

"Dios, estoy loca..."

-¿A dónde vas? -Preguntó serio.

-¿Que era lo que habías dicho antes? -Fingí estar pensando. -¡Ah, si! No te importa.

Se levantó tan rápido que me dejó impactada. Parecía que la cicatriz en ese momento no le molestaba lo más mínimo. Se posicionó frente a mí con su inconfundible ceño fruncido y sus ojos echando chispas.

-No juegues conmigo, nena. -Advirtió con los ojos entrecerrados.

-Aquí, el único que juega eres tú. -Me atreví a decir. -Primero eres un ogro, luego amable, después serio, diría que incluso divertido y ahora vuelves a comportarte como ese Axel al que tanto temía al principio... ¡Me estás volviendo loca, ¿sabes?!

Su mirada se endureció más, si es que era posible.

-¿Que te estoy volviendo loca? ¡¿Sabes lo que me cuesta controlarme contigo?! -Gritó cerca de mí.

-¡Pues no lo parece! Llevas tres días sin hablarme. -Dije a punto de echarme a llorar, pero no lo permití. -No veo que controles tu temperamento, es más, pienso que actúas como te da la gana sin importar cómo se sientan los demás. -Me sentí mal. Parecíamos un matrimonio discutiendo por gilipolleces, así que no iba a permitir que volviera a gritar.

Me di la vuelta para irme, pero él me lo impidió sujetando mi antebrazo.
Me hizo girar y me acercó a él, demasiado. Su cara se inclinó hasta llegar a estar muy cerca de la mía.

Nada más importa (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora