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La mañana en la universidad había sido monótona, ya que Masie faltó a clase y, como no conocía a nadie más aparte de James, me sentí sola y aburrida. Además, me dolía todo el cuerpo. Mark tenía razón, las agujetas eran una mierda.

Ya estaba en casa.

Rose me había invitado a comer en su casa para así conocer a Sarah, ella y su amiga llegarían de un momento a otro, y Jeremy las esperaba en casa para darles la bienvenida.

Por un lado quise irme con Rose, para distraerla un poco y que no se pusiera a pensar en todo lo ocurrido con la familia de su difunto marido, pero, por otro lado, tuve unas ganas tremendas de quedarme con Axel porque acababa de llegar y quería pasar tiempo con él.

-¿Seguro que quieres que me vaya? -Le pregunté a Axel apartados de Rose, que estaba terminando sus quehaceres en la cocina. -Puedo quedarme aquí...

-No pasa nada, nena. -Me cortó y acarició mi mejilla. -Además, esta tarde tengo una reunión importante. Ve con Rose y pásalo bien.

-Está bien. -Disfruté de sus caricias unos segundos. -¿Puedo llevarme el coche? Es por si me apetece venir antes.

-Preciosa, te dije que el Audi es tuyo, úsalo cuando te apetezca. -Tomó mi cara entre sus manos y me besó dulcemente.

-Siento interrumpir este precioso momento -habló Rose, que había entrado al salón. Axel y yo nos separamos y me sentí algo avergonzada, -pero tenemos que irnos ya. La comida no se va a hacer sola.

-Pásatelo bien. -Dijo él, y volvió a besarme. Se despidió de ambas y subió al piso de arriba.

-Sígueme con el coche. -Me dijo encaminándose a la salida. -No vivo muy lejos de aquí y enseguida aprenderás el camino.

Como bien había dicho Rose, su casa estaba cerca, a menos de diez minutos en coche. Aparqué frente a su residencia; una modesta casita en bajo con la fachada de color blanco.

-Bienvenida a mi morada. -Me dijo ella abriendo la puerta.

La casa por dentro era preciosa. Estaba muy bien decorada: unos grandes sofás rojos con una mesita entre ellos, un mueble gigante en el que se encontraba la tele junto figuritas de decoración y montones de fotos, sobre todo de Jeremy cuando era pequeño. También había una gran mesa de madera, con ocho sillas a juego, cerca de la puerta de la cocina.

-Vaya, Rose, tu casa es preciosa. -Dije admirando las figuritas plateadas que estaban en una balda sobre la tele.

-Gracias, muchacha. Si no te importa, voy a preparar la comida.

-Claro.

A todo esto, apareció Jeremy en el comedor. Estaba muy entusiasmado por la llegada de su prima. Nos sentamos en los sofás y comenzamos a hablar de banalidades. Cada dos por tres miraba por la ventana para comprobar si Sarah y Naomi habían llegado ya.

-¿Estás nervioso? -Pregunté con una sonrisa.

-Un poco, la verdad. Llevo sin verla desde hace unos años.

-Quizás ella esté igual que tú. -Intenté consolarle.

El timbre de la casa sonó y Jeremy se levantó de golpe, yo hice lo mismo mientras él se dirigía a abrir la puerta.

Una chica joven, de veintitantos años, con el cabello corto y castaño, de ojos oscuros y con una gran sonrisa, entró al salón.

-¡Sarah, que alegría verte! -Dijo Jeremy abrazándola.

-¡Que guapo estas, primo! -Contestó ella alegre.

-Esta es mi amiga Alessa. -Me presentó él.

Nada más importa (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora