AXEL
Miré por el gran ventanal que tenía en el despacho, detrás de mi escritorio y del cómodo sillón de cuero negro, intentando serenarme.
Los putos accionistas no me daban un respiro. Reuniones a las once... reuniones a las doce... reuniones a la una... ¡Todo el jodido día con reuniones! Estaba deseando llegar a casa y olvidarme de todo por un rato. Olvidarme de todo mientras estaba con ella...
Anhelaba sus labios todas las putas mañanas que estaba en el trabajo desde que la conocí. Lo único bueno que ahora tenía en mi vida era llegar a casa con su sonrisa dándome la bienvenida, sus reconfortantes abrazos, sus suaves caricias, las miradas que me dedicaba cuando creía que no la veía... Todo de ella me volvía loco.
Sabía perfectamente lo que me estaba ocurriendo, estaba enamorado de ella. En un principio no quise admitrlo, por eso mi humor cambiaba bruscamente cuando estaba con ella. Desde que la vi supe que algo me pasaba, algo que se escapaba de mi control.
Lo primero que pensé fue en tirármela en cuanto pudiera, pero eso cambió conforme la fui conociendo.
¿Cómo alguien tan maligno y desgraciado como yo iba a robarle su inocencia acostándose con ella?
Alessa se merecía a alguien mejor que yo, y lo supe en cuanto dejó de guardarme rencor por tenerla retenida. Pero no quería dejarla ir, no podía dejarla marchar sabiendo que era lo único que me mantenía a flote en ese océano de mierda que era mi vida.
Evelyn me gustaba, pero no le llegaba ni a la suela de los zapatos a ella, en todos los aspectos. Todas las semanas se las ingeniaba para sacarme el dinero, que si zapatos, que si ropa, que si maquillaje... al cabo de un tiempo me cansé de su interés. Sin embargo, Alessa era diferente. Ella no me pedía nada, incluso si yo le ofrecía comprarle algo ella se negaba. Cualquier cosa que hiciera por esa chica era poco comparado con lo que ella me hacía sentir a mí.
Evelyn se burló de mí de todas las maneras posibles. Estaba seguro de que ella me había engañado con decenas de hombres, pero sólo descubrí una... la de William Lows. Esa era una de las tantas razones por las que me negaba a dejar que Alessa saliera de mi casa, no podría soportar la idea de que alguien más viera todo lo bueno que ella tenía para ofrecer y que me la robaran.
Yo era un monstruo y sabía que no la merecía. Sabía que Alessa estaría mucho mejor con un hombre que le diera la libertad que yo no quería ofrecerle, pero me negaba a perderla.
Yo era un monstruo, sí... un monstruo egoísta.-Señor Evans, -habló Lorie, mi secretaria, por el altavoz del teléfono que estaba en mi mesa -su padre está aquí.
-Hágale pasar. -Respondí apretando el botón que me comunicaba con ella.
A los pocos segundos la puerta de mi despacho se abrió, dejando paso a un gordo bien afeitado que se hacía llamar mi padre.
Su semblante estaba serio, como siempre. Se acercó hasta mí, quedándose de pie mientras yo dejaba caer lentamente mi espalda en el respaldo del sillón.
-¿Qué pasa ahora? -Empecé la conversación, desinteresado.
-¿Cómo van las reuniones con los accionistas? -Dijo metiendo las manos en los bolsillos y mirando de aquí para allá.
-Aburridas, estoy hasta los cojones. -Me sinceré. -Pero tú no has venido a aquí para hablar de eso, ¿verdad? -Entrecerré mis ojos y sonreí alzando una comisura más que la otra, ya que le había pillado.
-Seré franco, Logan. -Él siempre me llamaba por mi segundo nombre. -No me gusta tu manera de actuar. -Se sentó en una de las sillas que había frente al escritorio tras el que yo estaba.
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Nada más importa (Libro #1)
Teen Fiction¡Historia ganadora en los Ficti-loveawards2020! Alessa es una chica de veinte años que una noche se escapa del internado en el que está obligada a vivir. Pero sus planes no salen como espera porque ese mismo día es secuestrada por un hombre que tien...