23

2.5K 165 20
                                    

Desperté sintiendo unas caricias en mi espalda. Tenía la cabeza apoyada en el duro pecho de Axel, que esperaba con los ojos abiertos y sin camiseta a que me despertara. La luz de la mañana que entraba por la gran ventana daba directamente a sus ojos, haciéndolos parecer más claros de lo que ya eran. Miraba al techo, pensativo. Desde que la noche anterior le llamara ese número desconocido había estado demasiado serio y eso me preocupaba.

-Buenos días. -Dejé un pequeño beso en sus labios y sonreí.

-Buenos días, nena. -Me abrazó contra su pecho, rodeándome con su brazo.

-¿Estás bien? -Dije. Apoyé mi mejilla en su pectoral y le miré.

-Claro, ¿por qué no iba a estarlo? -Contestó mirándome con sus increíbles orbes verdes, y sentí que me sonrojaba.

-Ayer, cuando te llamaron...

-No le des importancia, ¿vale? -Interrumpió. -No fue nada malo.

-Eso no es lo que pareció ayer cuando subiste al piso de arriba gritando como un demente. -Levanté una ceja esperando su respuesta.

Puso un brazo detrás su cabeza para poder verme mejor y su mirada se endureció un poco.

-Sea lo que sea, lo arreglaré. -Aseguró, desviando la mirada. -Confía en mí, ¿de acuerdo?

Asentí con la cabeza. Sí que confiaba en él, pero me dolía que él en mí no. Aún así, dejé que Axel se encargara de lo que fuera que le perturbaba sin meterme de por medio.

Me incorporé sujetando el peso de mi cuerpo con una mano sobre el colchón y dejé un casto beso sobre sus suaves labios. Él también se sentó en la cama y recorrió con su mirada mi cuerpo tapado por su camisa. No pasó por alto el ligero detalle de que mi clavícula y parte de mi hombro izquierdo quedaban expuestos; su camisa me quedaba enorme. Dejó una mano en mi nuca, sobando mi piel y cabello, y llevó sus labios a esa parte de mi piel que quedaba a la vista, besando mi clavícula, lamiendo el camino que la separaba del hombro y dejando algún que otro pequeño mordisco. Eché la cabeza hacia atrás cuando sentí sus labios sobre mi cuello para darle un mejor acceso a él.

La piel se me erizó al disfrutar las caricias que me brindaba. Una de sus manos se posó en mi baja espalda y me atrajo más a él, haciendo chocar mi pecho contra su abdomen. Aferré mis brazos alrededor de su cuello y anulé la atención que tenía puesta en mi mandíbula, donde estaba dejando un sin fin de besos, para que se centrara en mis labios que morían por besarle. Su boca se fundió con la mía, desencadenando un mar de sensaciones en mi interior; como siempre pasaba cuando me besaba.

Enredé mis dedos entre sus cabellos y me subí encima de él, sentándome en sus piernas. Sus grandes y fuertes manos me aprisionaron contra su cuerpo mientras su lengua se enroscaba con la mía. Un pequeño gemido se me escapó cuando una de sus manos se coló bajo "mi camisa" y apretó la piel de mis costillas, haciendo que Axel estampara su entrepierna a la mía en un movimiento rápido. Separé nuestras bocas y lamí y mordí su cuello, un gruñido de excitación salió de su garganta.

Unas pisaditas se escucharon desde el pasillo al mismo tiempo que yo besaba la mandíbula de Axel. El cachorrito entró en el dormitorio e intentó subir a la cama, pero era tan pequeñito que solo alcanzó a posar sus patitas delanteras en el colchón.

Axel pareció no darse cuenta, pues había vuelto a besar mi clavícula sin detenerse. El perrito soltó un ladrido agudo, propio en un cachorro, y paró de acariciar mi cuerpo. Giró su cabeza, ya que el animal estaba detrás de él, y le observó un tanto irritado.

-A partir de hoy duerme fuera. -Ordenó sin soltar mi cuerpo.

-¿Por qué? -Repliqué con voz infantil. -Sólo es un bebé, no puede dormir en la calle. -Me quité de encima de él y tomé al perrito, dejándolo sobre mi regazo.

Nada más importa (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora