Agosto.

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Aristóteles Córcega.
01. Agosto.

Es el primero de agosto, y no cualquier primero. ¡Es inicio de clases! Maldigo la hora en cual las clases deben comenzar; pero la vida es un contraste, donde se balancea lo bueno y lo malo. Así como empieza mi aburrido tercer año en secundaria, también se avecina el final de este, solo puede significar una cosa... ¡Se acerca la preparatoria! Imaginen la cantidad de fiestas, chicas y citas. ¡Uf!  Huele a qué será mejor salir de la pubertad y entrar de lleno a lo que es realmente la adolescencia.

¡Ari!— Grita Ben, un chico corpulento, no precisamente obeso pero sí con suficiente masa en los brazos para doblar algún poste. Pertenece al equipo de baloncesto de la escuela y es un dolor en el trasero, no perjudica su existencia pero tampoco es precisamente alguien que te beneficie tanto.

—Ben...— Juego con el tono de mi voz dando un toque burlón. —¿Qué pasa? ¿Aprendiste a jugar en vacaciones o quieres que te de unas lecciones?

—Tu no cambias. ¿En serio quieres colmarme la paciencia tan temprano?

Ben acomoda su cabello y camina a mi lado, la escuela está abarrotada por ser el primer día, los de nuevo ingreso tienen cara de estar perdidos, y los viejos rostros comienzan a volverse en rostros familiares. No brilló precisamente por mis habilidades sociales, solo convivo con el equipo de basquetbol, y mi mano. ¡Si! Mi mano. Podrían pensar que soy un cerdo, pero no puedo entablar una conversación con algo físico, las féminas son complicadas. ¡Okay, okay! Sé que pienso que la preparatoria me traerá chicas, pero también espero que me traiga muchos huevos para poder acercarme a una.

—¿Y algo interesante en tu verano?— Me codea Ben mientras analiza a un par de chicas que se acumulan cerca de unas mesas y se saludan como si jamás en la vida se hubieran visto. —Alguna pollita que deba saber. ¿Al fin diste el primer paso?

—Conocí a una chica y...

—Si es de internet y sale en un video porno creo que no cuenta Córcega.

Mis mejillas se pintan de color tomate, viro los ojos y mi mente viaja a los últimos trescientos mil videos que vi en vacaciones.

—No, lo juro... era una chica, y de verdad...

—Tu cara te delato, eso quiere decir que no hubo una como tal. ¿No quieres que te presente a una amiga? A ella le gustas, una vez intento hablarte pero dice que la ignoraste.

Tiene razón, hubo una chica que intentó hablarme, pero no pude pasar de un "Hola". No pude concentrarme, era bonita; su cabello ondulado, y unos ojos color miel que distraían por completo. Aristóteles Córcega nació para contemplar la belleza de lejos y no poder tenerla cerca... ¡Jamás!

—Está bien.— Suelto una bocanada gigantesca de aire. —¿Pero cuando la conoceré?

—Que te parece hoy, saliendo de clases.

Entro en pánico, no estaba preparado para algo tan fugaz. ¿Hoy? ¡Demonios! Quería prepararme, pedir consejos, bañarme bien, ver algún tutorial de cómo no morir en el intento entablando una conversación.

—¡Por supuesto! Hoy...— Intento mantenerme cuerdo. —¿No podría ser mañana?

—No Ari. ¿Ves esa chica de ahí.— Ben señala a la chica de aquella vez, sigue hermosa por cierto. Me saluda con una sonrisa que deja ver sus relucientes dientes mientras se moja los labios. Siento que me suda el cuello con tan solo verla. —Ella es mi amiga, y espero todo un año para poder hablar contigo, así que hoy tiene que hacerse.

Y así quedó, se pactó la muerte de Aristóteles Córcega. No podía creer que tendría un encuentro con una chica, no es que digamos que nos besaremos a la primera. ¿O si? ¡Que carambas se hace en esta clase de situaciones! Camino al salón, intento no caer fulminado por algún infarto. No puedo regarla, es el momento de brillar y salir del penoso lugar que es la soltería. Mientras acomodo mi maleta en el pupitre mi cabeza trabaja a mil por hora trazando algún magnífico plan y triunfar con esa preciosura de mujer. Camino de lado a lado. ¿Debo sostenerle la mano? ¿Le gustaría eso? ¿Ben dijo que le gusto a su amiga? ¿Me olerán muy feo las axilas? ¡¿Pero que estoy pensando?! En un movimiento hacia la izquierda mi pie se tropieza con otro pie haciendo que un chico cayera. Escucho los gemidos de dolor; el delgaducho está postrado sobre mis pies, en sus manos queda la envoltura de un cupcake, lo que queda de su postre está regado en el suelo.

Respira, suspira y repite. {Aristemo}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora