Cuauhtémoc Lopez.
Un año y medio atrás.Las palabras no siempre salen con naturalidad, aunque no puedo comparar un secreto con una platica cualquiera. Meli a sido la niña de mis sueños, constante apoyándome en mis decisiones, en los peores momentos y en los más espléndidos. Veo jugar a Diego, es un partido importante, Mel está a mi lado de la banca tomando mi mano y se emociona con las casi anotaciones de nuestro amigo. Entre ratos logra regalarme sonrisas y se acurruca en mi hombro. Saltamos del susto cuando casi anotan un gol a la portería del equipo de Diego.
—¡Por eso me gustan los partidos! Son tan emocionantes.
—Ni que lo digas, casi me da un infarto.— Me llevo mi mano al pecho simulando un infarto.
Diego recupera el balón. Me pierdo en esa escena; Verlo correr y su cabello agitarse con el viento, las gotas de sudor que brotan de su frente. Su largas piernas que están envueltas con medias deportivas.
—¿Por que estás sonrojado Cuauhtémoc?— Pregunta Meli mientras apretuja mis mejillas. —¿Al caso estás viendo a otra? Sabes que soy muy celosa, y no quiero que mires a nadie más. ¿Okay?
—¿Ver a otra? ¡Pff! Para nada. Eres a la única mujer que pueden ver estos ojotes. Ya te he repetido que estás bien hermosa.
Me abraza. No puede considerarse mentira, ella es a la única mujer que puedo ver con amor, con cariño. Pero algo cambio, hay algo diferente en mi. ¿O siempre estuvo y no me di cuenta? Quise ignorarlo tantos años, obligarme a querer ser alguien quien no soy. Pero me di cuenta, abrí mis ojos y entendía quién era, hasta el respirar me parecía diferente.
Diego anota una un gol, y la banca explota en euforia, comenzamos a gritar su nombre mientras él corre y festeja su hazaña. Al correr por la lateral de la cancha me señala, y entiendo que me esta dedicando ese gol.—Aw, Diego es un tierno. Me esta dedicando el gol, es un corazón de ternura. Es una lástima que no tenga novia, cualquier chica se sacaría la lotería teniendo a tremendo galán a su lado.— Dice Mel. —¿Que te parece si lo emparejamos con mi hermana? Así podríamos salir en citas dobles. ¡Ay no! Me lo estoy imaginando, muero de la dulzura.
No puedo evitar ponerme celoso. Esa dedicatoria es para mi, es mi gol, es mi momento.
—Diego me a dicho que no quiere a ninguna mujer a su lado por este momento. Está concentrado en el fútbol y la escuela. Además jugar de cupido no es algo sano, capaz luego terminan mal y arruinas la amistad que tenemos entre todos nosotros.
Trato de dejar en claro que Diego debe estar solo. Mi cara arde.
—Tienes razón, tú siempre tan maduro. ¡Por eso me encantas!
Meli amarra su cabello y me clava la mirada, quiero sostenérsela pero me distraigo con Diego. Son los últimos minutos del partido.
—Temo, y cuando nos haríamos novios tú y yo.— Cuestiona Mel. Tiene una mirada muy pesada, me pone nervioso y pierdo la atención del partido. —Tantos años juntos, desde que éramos niños, y jamás te me has declarado.
—Ya hemos hablado de esto, hay que esperar y entrar a la preparatoria. Capaz te dejo de gustar y encuentras a alguien mejor que yo.— Diego anota otro gol y me lo pierdo. —Quiero estar más grande y estar seguro de que ser novios es lo correcto entre nosotros. No me gustaría perder tu amistad por un mal noviazgo.
—¿Un mal noviazgo?— Me pregunta algo molesta. El silbato del partido suena, se había terminado. —Por que sería un mal noviazgo, nos conocemos desde hace muchos años, sabemos que nos gusta y que no, sabemos prácticamente todo uno del otro. ¿No te gusto?
Diego se acerca a las bancas y bajo con el. Dejo la pregunta en el aire, me doy la vuelta y le digo a Mel que me acompañe.
—Lo hiciste fenomenal. ¿Cómo puedes meter tantos goles?
—Soy el mejor y lo sabes.— Habla el ego de Diego. Esa proyección de confianza, y actitud de que nada ni nadie puede con él es lo que me tiene hipnotizado. —¿Comemos o algo?
—Claro.— Dice Mel. —Pero antes quiero que Cuauhtémoc me responda lo que quiero saber. Y no quiero que me des más vueltas.
Una presión se apodera de mi pecho, el famoso nudo en la garganta se forma. No puedo mirarla a los ojos. Espera una respuesta, vuelve a cuestionar con más dureza, niego con la cabeza, siento que me voy a desboronar. La mano de Diego cae en mi espalda.
—Tranquilo. Toma tu tiempo.— Me musita en el oído.
Y un vomito verbal me ataca.
—No, no me gustas. Te adoro por que eres mi mejor amiga, y sé la promesa que te hice, entiende una cosa, éramos niños. Me gusta alguien más, y no podría jugar así contigo. ¡No puedo! No quiero perderte Mel, pero tampoco quiero obligar algo que no es.
Sus lágrimas brotan, su rostro se torna rojo. Parece que bufa como toro de lo molesta que se encuentra. Me suelta una bofetada y deja la cancha que poco a poco se va quedando vacía. Trato de seguirla pero Diego me toma de la mano.
—Dale tiempo, le rompiste el corazón.— Dice Diego.
—No era mi intención.— Sollozo.
—Yo lo sé Cuauhtémoc, ella estaba enamorada de ti, pero tú de ella no. Hiciste lo correcto. Más adelante hubiera sido peor, más si empezabas una relación.
Me toma de ambas manos y me pone frente de él. Sus grandes ojos verdes me tranquilizan. Limpio un poco de sudor que escurre en su frente, ladea su cabeza atrapando mi mano entre su mejilla y hombro; lo acaricio.
—Diego, tú me gustas.— Digo con seguridad.
Me toma por la cintura acercándome a su cuerpo y en un parpadeo conectamos nuestros labios. Su aliento entra en mi boca, me acostumbro a él y me derrito con la secuencia de movimientos que me da.
Cuauhtémoc Lopez.
06. Diciembre. {Por la noche}—Entonces estás diciendo que estuviste con esa niña Mel y no me habías dicho.— Arremeda Aristóteles. A veces realmente puede comportarse como un niño. —Hay muchas cosas que no sé de ti.
—¿No escuchaste la historia? Nunca tuve nada con ella, si nos besamos no te lo negaré pero jamás pude decirle que anduviéramos.— Me justifico.
—Pues no, te lanzaste a las garras de la copia barata de Teresa.
—¡Oye! Brincos diera la desgraciada en qué me copiara de ella papacito.— Repone Diego. —Y lo de mi caramelito y yo fue algo fugaz.
Aristóteles se recuesta en mi pecho. Me gustaba meter dedos entre sus rizos. Y acariciar su cuello, lo hacía erizarse.
—Ahora estoy contigo, y tú me gustas.
—Si pero no somos novios. Y además no diste tu primer beso conmigo, no vale.— Hace un puchero.
Quería decir que tenía razón, no di mi primer beso con el, que no podía borrar mi pasado, ni a las personas que estuvieron antes de él; por que el primer beso siempre será especial, y pensaré en la persona que me lo dio.
Veo a Diego recostado en el sillón, debajo de esa actitud de inalcanzable estaba el futbolista que me robó mi primer beso. ¡Claro mi primer beso con un hombre!—Como no vale creo que Diego quiere que le acaricie el cabello.— Amenazo.
—Sabes que siempre estoy disponible para ti caramelito precioso.— Me contesta Diego.
—¡No!— Interrumpe Aris. —Continúa, te perdono por que ya me gusto que juegues con mi cabello. ¿Me das un beso?
Le doy un beso y hace un puchero por qué quiere más. Viro los ojos y obtiene lo que quiere. Tal vez no puedas tener la primera vez de algo, pero tengo la seguridad que lo que importa es lo qué haces en estos momentos. Tu presente importará más que lo qué pasó o pasara.
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Respira, suspira y repite. {Aristemo}
Ficção AdolescenteAristóteles Córcega sabe que su último año de secundaria debe ser el mejor, y debe conocer a una chica para cumplir todas sus expectativas de pubertad. Es un chico popular, capitán del equipo de basquetbol y altruista. Cuauhtémoc Lopez es alguien ap...