Febrero {Parte IV}

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Aristóteles Córcega.
07. Febrero.

Camino apresurado para comprar los boletos. ¿Por que no lo pensé antes? ¡Maldito Jerry! Mi chico puede estar en problemas y yo aquí sin poder defenderlo. Soy un idiota. Una mochila me golpea, me hace tambalear y querer hacerle frente.

—¡Ten cuidado!— Grito. Me doy cuenta que Aidan se protege. —Lo siento. No creí que fueras tu. ¿Qué haces aquí?

—Tu sabes dónde está Jerry. El no me responde, así que tú me llevarás con el.

Niego rotundamente con la cabeza.

—No, no y no. ¿Que no te infartaste hace unos días? Puede ser peligroso Aidan, regrésate a tu casa.

—Oblígame. Nadie me quitará de aquí, tengo que ver a Jerry.

Me arden las orejas al escuchar su nombre, mis dientes rechinan y mis dedos se aprietan.

—¿Por que estás con ese tipo? Si supieras la verdad de él...

—Lo único que sé Aristoteles es que lo amo, así que cállate y llévame con el.

Tenía esa mirada; La mirada de qué hablaba en serio. Este chico estaba perdido en el. Me remango el suéter del uniforme y le pongo una mano en su hombro.

—Lo escogiste a el, esta bien. Solo quiero protegerte Aidan, el es una persona mala.

—No creo que sea malo, el no me pega... como tú.

Quita mi mano de su hombro y se aferra a su mochila. Doy la espalda como si no me importara; Aunque el me importa. No puedo evitar preocuparme por la gente, soy un mar de contradicciones. Violento pero amoroso. ¿Eso se puede?

—Es el...— Dice dejando su maleta en el suelo. Su andar es lento, duele cada paso pero se aproxima hacia el. Puedo ver cómo comienza a faltarle el aire. —Es Jerry.

Esta descendiendo de un autobús. De su lado camina Iker con Diego, ambos enrollados en un abrazo; Respiro más tranquilo el ver que Diego está con vida. Cuauhtémoc carga la maleta de todos, apenas puede avanzar. Me acerco a querer ayudarlo pero se introduce Jerry. Deja ver su brillante sonrisa y se echa a su espalda unas maletas. Mi cabeza quiere explotar, mi ojo tiembla del coraje.

—Hola...— Digo con la voz seca. Todos se detienen y solo se intercambian miradas. Excepto uno.

—Hola estúpido.— Diego nunca cambiará. —Brillaste por tu ausencia neanderthal, brillaste tanto como tu cara grasosa. Te recomendaré un tratamiento buenísimo para eso.

—También es un gusto verte Diego. Oye Temo...— Me empuja. Me empuja con tal fuerza que me hace azotar con una pared. —Pero Temo...

—Temo nada... ¡Estoy harto de ti! No quiero verte, no sabes por lo que pasamos. ¿Y tu? Tu solo te pusiste en nuestra contra. Ya no sé quién eres.

Quedo con la mirada hacia abajo. Las palabras duelen, me destrozan como una tijera cortando una hoja de papel.

—Temo entiende... me sacaron de quicio.— Aprieto los puños y me tranquilizo. Quiero sonar convincente y me acerco. —Pero ya sé quién mando los mensajes, fue Audifaz y...

—¡Basta! No quiero saber más de ti. ¿Te has dado cuenta cómo te pones cuando pierdes la cabeza? ¿Que pasará el día que la pierdas y este a tu lado? No quiero que me golpees, no quiero.

Y el apellido Córcega me corrió por las venas calentándome.

—¿Yo? ¿A mi si me puedes poner un alto? Y qué pasó con Jerry. ¿A él no pudiste decirle que no?

Respira, suspira y repite. {Aristemo}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora