Jerry Vázquez.
08. Enero. {Pocas horas para media noche.}Esto había comenzado y no había vuelta atrás. No dejaría ni un cabo suelto, todo lo tengo entre mis dedos, y cualquier hilo que no necesite lo puedo cortar.
—¿Viste como se lo llevaron? Pobre el amigo de Aristóteles.
Aidan dice al asomarse del balcón. Vemos cómo se aleja la ambulancia.
—Pobre de el.— Digo. —Ya no nos saldrá nuestra broma.
—¿Y de qué trataba Jerry?
—Sonará infantil pero quería que derramara un poco de vino sobre el traje de Íker. ¿Suena tonto verdad?
Aidan me abrazar, me agrada tenerlo tan cerca. Quito sus gafas, no soportaba verlo con ellas.
—Claro que no, suena a qué hubiera sido una buena broma, mejor bailemos o comamos algo.
—Tu te irás por comida, yo tengo que atender algunos negocios. ¿Si?
El cuarto de vigilancia había quedado destrozado. Tomo al empleado del hotel y lo pongo en contra de la pared.
—Tu nunca me viste, y nada de lo que hice pasó aquí. ¿Entendido?— Asiente. —Si me llego a enterar de que abriste tu boca acabare contigo.
—Si señor Vázquez, lo prometo. Nadie sabrá de esta falla técnica.
—¡Exacto! Falla técnica. Tu si sabes elegir bien tus palabras.
Camino guardándome los usb con las grabaciones de esta noche. Voy silbando y agitándolos en mi bolsillo. Todo como yo quería que saliera. Me tropiezo con un mesero, el me ve y me toma del cuello estando en el suelo.
—¡Lo mate! Dijiste que eran laxantes. Yo no me presto para esto.
—¡Tranquilo! No está muerto, de seguro se deshidrato o algo.
—¿Deshidratado? No viste lo que yo vi, ni como vomitaba sangre cuando se lo llevaron de aquí. Está muerto, no puedo cargar esto en mi consciencia. Ni siquiera me pagaste bien.
Y veo la oportunidad de salir. A mi izquierda está la puerta de un baño. Me pongo de pie y sacudo mi traje, extiendo mi mano para levantarlo.
—Si es por el dinero eso se puede arreglar, déjame ayudarte.— Lo pongo de pie. —Pero que esto del dinero sea privado, entra por favor.
Cuando cruza la puerta me aseguro que nadie nos vea entrar, lo empujo cerrando la puerta detrás de mi. Lo tomo del cuello con su propia corbata. El sonido que hace tratando de respirar es inquietante, o mejor dicho molesto. Quiero que se quede callado de una buena vez. El crujido me indica que ya no podrá abrir la boca. ¡Que sorpresa! No tarde ni más de cinco minutos. Bien dicen, el tiempo vuela y apremia. Armo algo como si se tratara de un suicidio, revisó sus bolsillos y quito la carta que le había dado junto con el frasco, lo guardo en mi saco. Salgo del baño silbando, las cosas no siempre salen a cómo las piensas, puede que hasta te sorprendan con mejores resultados.
—¿Quieres ir a mi casa? Me aburrí de esta fiesta, quiero algo tranquilo. ¿Una película tal vez?— Rodeó a Aidan del cuello con mi brazo. Levanto una copa de vino qué hay sobre la mesa. Mi padre observa desde lejos, lo saludo levantando la copa y guiño un ojo. —Te he dicho que no me gustan tus gafas, prefiero verte a los ojos sin esos feos y gruesos cristales.
—Lo siento Jerry, en serio necesito mis gafas, estoy ciego como topo, pero puedo usar lentes de contacto. ¿Te pareceré atractivo así?
—Si viene de ti... no lo dudo. ¿Entonces a mi casa?
Nos encaminamos al estacionamiento. Esto había comenzado, y no hay vuelta atrás. Que las sorpresas se dejen venir por que las marionetas ansían que jale los hilos.
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Respira, suspira y repite. {Aristemo}
Teen FictionAristóteles Córcega sabe que su último año de secundaria debe ser el mejor, y debe conocer a una chica para cumplir todas sus expectativas de pubertad. Es un chico popular, capitán del equipo de basquetbol y altruista. Cuauhtémoc Lopez es alguien ap...