Cuauhtémoc. {Me rompiste}.

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Cuauhtémoc Lopez.
Noche del 23 de noviembre.

Me tomaste como si yo te perteneciera, creo que es por que te he dejado pensar que así era. Tomaste mi voluntad y me quebraste, me pusiste de rodillas dejando que me sometiera a lo que no quería, lo que no debía hacerse. ¿Te has puesto a pensar si eso me duele? ¿O que estoy aterrado? Pon atención, me tienes enfrente de ti, mírame. Me duele lo que me haces, no quiero estar.
Mis piernas están abiertas, siento el amarre de las cuerdas en mis tobillos, están justos. Mis manos igual están amarradas, la mesa de billar está helada. Comenzaste diciendo que sería un juego.

—No dolería.— Prometiste. —Es para perder nuestra virginidad, lo he visto todo en un video porno.

Cegado por el amor que te tengo he aceptado, puse mi vulnerabilidad sobre tus manos. Quisiste repetir lo de aquella noche que me negué, cuando trataste de meterme a la fuerza a tus amigos. Me prometiste que estábamos solos, y eso me animo más. Fue divertido cuando comenzaste, besaste gentilmente mi espalda, me desnudaste y no te reíste de mi cuerpo.

—Me parece sexy.— Me animaste a que dejara tocarme.

Tus manos no tuvieron reparo, tocaste donde quisiste, aunque me sintiera incómodo cedí. Fui un tonto en creerte. Debí darme cuenta que algo iba mal cuando comenzaste a controlar mis llamadas, al prohibirme vestir de cierta forma e ignorar las llamadas de mis amigos. Cuando me amenazaste en tu carro por haber visto a Aristóteles, y sentía que me romperías el brazo. Estuve callando por amor. ¡No! No seré un idiota más, no lo hice por amor, lo hice por miedo. Confundí esa línea imaginaria de cual era cual.

—Mejor ya no, mañana hay partido. ¿Otro día si?

Suplique. Quería soltarme de aquí, mis manos comienzan a doler, los agarres son justos que cortan mi circulación, manos y pies comienzan a entumir.

—Solo un rato Cuauhtémoc, soy bueno en esto, te lo haré como un profesional. Hasta Aristóteles Córcega se borrará de tu memoria.

Sobas mis muslos, los tienes para ti solo. Estoy a tu merced. Entiendo que no puedo salir de aquí, estoy resignándome, dejo que los beses, que introduzcas un dedo. Te separas de mi, parece una victoria para ti tenerme así. Sigues bebiendo de tu botella. La puerta de tu cuarto cruje, escucho más personas en la habitación.

—Son amigos, y se divertirán con nosotros.

—¡No! A esto no Jerry. Ya no me siento comodo. Suéltame.

Tus amigos ríen, saben que no me harás caso. Besan mi cuerpo, pasan su lengua. Me siento sucio. Te pones a un lado de mi oído. Tu embriaguez me llega como un fuerte golpe a la nariz.

—Te gustará, y pedirás más.

Uno de tus amigos rompe la envoltura de un preservativo y lo tira en mi espalda, no sé de qué ríen. Esto no es un chiste. Tu junto tu otro amigo se están masturbando en mi cara, quieren sexo oral pero me niego. Eso te hace enfadar y soltarme una bofetada.

—¡ERES MÍO!— Enfureces.

—Entonces por qué me compartes así... ¿Por que me haces esto?

Le das un trago a tu botella. Y te quedas sin palabras, regresas a mi boca, quieres que la abra. Tu amigo se acerca más a mi, siento el látex entre mis glúteos. Tomo aire. Sé que eso dolerá. La puerta cruje. Alguien entra.

—Lo siento Jerry, olvide mi teléfono.— Íker se queda en la puerta. —¿Que mierda ocurre con ustedes?

—Únete.— Invita Jerry. —He visto como le miras el culo Íker, es tu oportunidad.

Escucho que forcejean, un tipo cae y está gimiendo del dolor. El otro sale corriendo de la habitación. La pelea es entre Jerry e Íker. Escucho como cae rendido Jerry, le a sacado el aire. Me libera de esa mesa. Salgo temblando de la habitación. Tomo mi teléfono y es lo único que puedo agarrar. Jerry nos viene siguiendo.

—Escúchalo bien Cuauhtémoc, si alguien se entera de esto matare a tus hermanos. Cortare sus cuellos, y haré que tú lo veas. ¿Escuchaste?

Me sostengo de Íker, apenas y puedo caminar. Mis miembros siguen entumidos. Me acomoda en el asiento del copiloto. Veo mi cuerpo que está desnudó, me abrazo a mi mismo, quiero cubrirme todo.

—Ponte esto.— Me cubre con su suéter. Trata de tomar mi mano pero cierro el puño. —Lo siento. No me hubiera ido si hubiese sabido que haría eso Temo.

—No tiene caso hablar de eso. Quiero llegar a casa.

Aparca su carro frente a mi casa. Antes de bajar me jala del suéter.

—Te hace falta ropa.— Se quita sus pantalones, y camisa. Recoge sus zapatos y también me los da. —Por favor, acepta esto.

Parece una buena idea, no podría entrar a casa solo en suéter. Me pongo su ropa, cierro la puerta y camino a mi hogar.

Quisiera decir que te amo, y que siento algo aún por ti pero este día me rompiste. Quebraste toda integridad de mi. Soy un idiota.

Respira, suspira y repite. {Aristemo}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora