Diciembre. {Parte I}

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Aristóteles Córcega.
01. Diciembre.

Me cuesta entender lo que esta diciendo. Siento un nudo en el corazón. Repito mis palabras esperando que entienda que trate de decir. ¿Tan mal me explico?

—Cuauhtémoc, me gustas. Y mucho. Sé que no fui claro en un principio, y los días pasaron pero hoy te quiero decir que me gustas.

Su carita es de tristeza. Se lleva su brazo al codo, y quiere sonar convincente esta vez.

—Me gustas Ari, tú me gustas. Fuiste muy lindo conmigo siempre, pero acabo de dejar a Jerry, y he pasado por tanto que no entenderías. Quiero estar solo.

—Cuauhtemocles. ¡Y a quien le importa que hayas terminado apenas con ese! No cuenta, si no lo amabas no cuenta. Veme, aquí estoy. Dándote todo mi corazón. ¿Quieres estar solo? ¡Bien! Quédate solo, pero déjame estar lejos, te cuidare a mil metros si quieres.

Se acuesta en la sabana que hay en el suelo y lleva sus manos a la cara. Me recuesto a su lado, lo llevo a mi pecho y pongo mi cara en su frente.

—Aris, me estás aplastando.

—¿Y? Así de aplastante es mi amor por ti. Así que no me moveré hasta que me des un si. ¿Tu piensas que me tragaré la idea de que no quieres estar conmigo? Son mentiras. Y es malo mentir.

—Espera. ¿Que no mentías cuando decías que eras hetero?

—No cuenta, ahí si era hetero.

—¿Y hoy?— Me Pregunta Temo, sigo presionando mi rostro contra su frente.

—Hoy soy muy gay. Demasiado gay. ¡Súper homosexual! Me gusta el pene, pero solamente tu pene. Me gustas tu. No necesitas que tenga una etiqueta para que me gustes.

—Ari ya te dije que tú igual me gustas. Solo que empezar una relación así de golpe, es mucho.

—¿Quieres hablar de apresurado? Tu comenzaste muy rápido con Jerry. ¿Por que conmigo no? ¿No sientes lo mismo?

—Vamos poco a poco. ¿Si?

No podía negarme a nada de lo que me pidiera, menos si ponía esos ojos de borrego que hacía emblandecer todo mi ser.

—Cuauhtémoc López. Declaró que estos días en adelante usted y yo tendremos las mejores citas que pueda imaginar. ¿Poco a poco? A pasos de tortuga si quieres. Pero juntos.

Logró ruborizarlo. No entendía el juego de hacerse el difícil. Me bajo de encima suyo, cierro las piernas. Malditas erecciones. Acaricio sus mejillas y admiro la forma suave en la cual me regresa la mirada.

—¿Citas?. ¿Muchas?— Me cuestiona. —Ya nos conocemos, no hay necesidad de que nos conozcamos más. Solo quiero que pase tiempo antes de iniciar una relación.

—¡No me importa! Soy terco. Estaré detrás de ti hasta que te canses y me des el si. Tengo que dejarte en claro que me encantas. ¡Que te quiero como mi novio!

Y no hizo falta un beso, las muestras de cariño no siempre deben significar qué haces algo por amor. Yo amo a Cuauhtémoc Lopez, y el querer entercarme para estar con él es muestra de que lo hago. ¡Pero a quien quiero engañar! Lo tomo gentilmente de su rostro, me inclino para poder tener cerca esos labios. Puedo saborear su aliento. Huele a fresa, miro sus labios y tienen un poco de brillo. ¿Usa labial y no me a dicho? Nuestros labios se conectan, puedo sentir esa chispa, esa electricidad por todo mi cuerpo, comienzo el beso y ahora no es tan torpe al seguirlo. Se me viene a la mente que otra persona le enseño a besar, me hace enfadar, mejor me concentro en el beso; dejo que sea el quien mejor me enseñe. Mis labios tiemblan en cada movimiento, mi respiración se hace profunda, cuando Cuauhtémoc toca mi cuello me hace gemir. No podemos evitar reírnos. Me siento avergonzado.

Respira, suspira y repite. {Aristemo}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora