Marzo.

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Aristóteles Córcega.
01. Marzo.

Estoy meciéndome sobre un columpio, comencé lento, dando sólo pequeños brincos. Tomando el impulso correcto poco a poco mis pies tocaban el cielo y como un niño pequeño imaginaba cómo salía disparado hacia la luna; Puedo ser infantil cuando me lo propongo. Había llegado una feria a la ciudad, y todos en ella se habían dado cita en el lugar. Freno de tope cuando a lo lejos veo a un rubio caminar con alguien extrañamente familiar; Íker sostiene la mano de Diego, van sonriendo y empujándose. ¡Dios! Cuanto los extraño.  ¿Íker me habrá perdonado? ¡¿Como diablos voy a saber?! Me golpeo la cabeza y me armo de valor; Hora de recuperar a mis amistades. Doy un salto al suelo y corro por ellos, ya podía saborear esas platicas con Diego donde de seguro terminarían con algún insulto hacia mi, o Íker contándome alguna anécdota sobre su colegio. ¡No sé! ¡No sé! Solo los necesito. Mi corazón baila de emoción. Los estoy alcanzando. Algo me detiene, mejor dicho... alguien. Jerry toma la cara de Diego y le da un beso en la mejilla. Íker le sonríe y pone detrás a Diego de el; Aunque se volvieran a llevar Íker se ve muy a la defensiva. No quiero seguir acercándome. Llevo mis manos a los bolsillos y doy un suspiro.

—Te ves decepcionado...— Dicen. Levanto la mirada y lo veo con una chica a su lado, a mi parecer se ve bastante ebria. —¿Que sorpresa encontrarnos no?

—Supongo. ¿Ella esta bien?— Era el chico de la terminal de autobuses. Me ruborizo al verlo de pies a cabeza; Se me hace atractivo.

—Es mi hermana, digamos que no le sienta bien el alcohol, tres tragos y, ¡pum! Pérdida en el viaje.

—El alcohol no es para cualquiera.

—Suenas como si tomaras mucho. ¿Lo haces?

Me incorporo a lado de la chica, ayudo a su andar.

—¿Quien? ¿Yo? ¡Nah! Prefiero tomar refresco y esas cosas. Soy malísimo con el alcohol.

Valdés se queda analizándome, y me sonríe. Demonios este chico me ruborizaba, tiene una agradable sonrisa. Pero no tan maravillosa como mi Cuauhtémoc. ¿Que estará haciendo en estos momentos?

—¿Sigues conmigo?— Me interrumpe Valdés. No podía sacarme a Temo tan fácil de mi.

—Si, disculpa. ¿Y a donde vamos?

—La llevamos a descansar, tal vez me quede cuidándola. ¿Me acompañas?

Una parte de mi estaba aceptando, la otra parte me decía que fuera corriendo por Temo, que con la única persona con la que debía estar es con el. ¡Vamos estupido! Agarra valor y ve por tu pollita.
Luego una imagen de Jerry me hace agua la fiesta, no podía acercarme a mi chico si el está cerca, no aguanto su presencia. ¿Como mis amigos se dejaron influenciar por ese tipejo?

—Vamos, creo que un poco de tiempo de calidad con un extraño me suba el ánimo.

Se hospedaban en un hotel bonito. Nunca me he quedado en uno. Que ganas de dormir en un palacio como este aunque sea una noche. Le había hecho un resumen de mi vida a Valdés; Desde como me enamoré de un chico hasta como lo perdí por un manipulador experto.

—Wow.— Dijo. —Se ve que el tipo supo jugar bien sus cartas. Acomodo todo a su favor, y te hizo ver como un pendejo.

—Si.— Me quedo analizando. —¡Hey! No soy ningún pendejo, solo tengo un corazón noble.

—No lo dudo. Te ves como esa clase de persona.

—¿Esa clase de persona?

—Si, esa clase de personas inocentes que no tienen algo podrido en el corazón. Das tu confianza demasiado rápido y entregas tus sentimientos genuinamente. ¿No lo ves conmigo? Nos conocimos en una central de autobuses, y la segunda vez que nos vemos aceptas venir a mi habitación. ¿Que no sospechas que pueda ser una persona mala?

Mierda tenía razón. Suelto un suspiro y acomodo mi cabello.

—Podría ser que tengas un poco de razón. Pero no eres mala persona. ¿Verdad? Digo, cuidas a tu hermana y me pones una cuestión así. Una persona mala no diría sus intenciones. ¿O si?

—Puede que sea malo. O puede que no. ¿Por que no lo descubres?

Valdés saca una botella de alcohol de un refrigerador muy chiquito. En mi mente me imaginaba un refrigerador grande pariendo a este refrigerador bebé. Recalcó; Infantil. Pone la botella sobre la mesa.

—No lo sé, creo que no es correcto. No tengo edad para beber. Y no me agrada mucho la idea.

—¿No? ¿Y a quien le rindes cuentas? Vives en un departamento que te paga tu primo. Estás solo, así que no le rindes cuentas a nadie. Puedes hacer lo que tú quieras.

Rayos. Tiene razón, le doy mi confianza a cualquier persona. Creo que me pase de detalles de mi vida con el.

—No, no quiero. El alcohol no es lo mío.

Pone un vaso servido frente de mi. Sus ojos son intensos. Una imagen mental de Jerry con mi chico me empujaba dentro de ese vaso, me obligaba a tomarme cada sorbo de el, ahogarme en embriaguez hasta olvidarme de ellos. Valdés se sirvió un vaso y me sirvió más. Así fueron desfilando tres o cuatro vasos; El primero fue muy amargo, el segundo lo sentí dulce y los demás un sabor fugaz. Valdés contaba cosas graciosas, o eso creía. Debía ser el alcohol. Mis orejas ardían, mi cara no la sentía. ¿Esto era sentirse borracho? Me concentre en lo que pasaba a mi alrededor. La habitación es bonita. Valdés chasquea sus dedos en mi cara y mi atención vuelve con el.

—¿Que diji...ste... dijiste? Lo si...ento.

—Ya veo, el alcohol y tú no son buenos amigos. Pero en fin. ¿Quieres intentar otra cosa?

Mi cabeza solo confirma con un movimiento. Entre pestañeos veo como se acerca. Su playera cae por un lado. No existe espacio personal entre nosotros.

—Te prometo ser gentil...

Sus dedos juegan con mi cinturón, lo saca lentamente. Cierro los ojos. Esto no estaba pasando. Y si estaba pasando no sabía cómo detenerlo. Tengo una erección. El juega con ella. Mi cabeza comienza a girar. ¿Al caso estoy en la silla voladora? Doy muchas vueltas, quiero detenerme. ¿Pero de la silla o de esto que está a punto de pasar? En un pestañeo ya Valdés está en bóxer, juega con su erección y la mía. Doy un suspiro y me estoy tratando de dejar llevar. Chupo mis labios y cierro mis ojos. Una imagen de Temo siendo atacado por Jerry me invade, me pone ansioso, inquieto. Sostengo con fuerza la mano de Valdés y lo detengo.

—No pu...edo. No pue...do hacer esto.— Me comienzo a vestir. Con algunos tropezones, y tambaleándome.

—¡Oh vamos!  Es sexo. Únicamente eso. ¿Por que lo arruinas?

—Temo.— Su nombre es lo único que puedo decir bien. —Es mi... Es mi... mi razón. Hoy... mañana y siempre.

Salgo de la habitación apenas manteniéndome de pie, no sé cómo llegar a las escaleras. ¿Escaleras? No, muy peligroso para mi condición. Temo, debo de pensar en el. Debo llegar a el. Encuentro un elevador y tocó todo los botones. Es tan confuso apretar solo uno. Se va abriendo la puerta en cada piso. Y en una de esas escucho una voz.

¡Amigo de mi hermano!— Me da la mano. Trato de fijar la vista en el. El pequeño López. —Te ves re-mal. ¿Quieres que le hable a tu mamá? ¿Me escuchas?

Mi cuerpo se tambalea, el niño se aferra de mis dedos y cuando se abre la puerta otra vez; Caigo. Tengo recuerdos vagos de lo que siguió después,  y en un abrir de mis ojos veo la silueta de Temo, esta en el marco de una puerta. Trato de alcanzarlo pero esta muy lejos de mi. Ven, acércate. Ayúdame. ¿No me ves mal? En otro parpadeo veo a Julio abrazándome. Y quedo dormido.

Respira, suspira y repite. {Aristemo}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora