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—Ha llamado Margot mientras estabas con Noah —me dice papá durante la merienda.

Dejo el cuenco de palomitas en mis piernas y giro la cabeza para mirarle en el otro sofá.

—¿Y qué ha dicho? ¿Ha llegado bien?

—Sí, me ha dicho que quiere que la llames esta noche.

Me meto un puñado de palomitas en la boca. Son pasadas las siete y creo que Wesley ni siquiera se ha acercado a menos de cinco metros de casa. Le paso el cuenco a papá y me pongo de pie con el móvil en la mano. Voy marcando el número de Margot de camino a la cocina, y me siento en una silla cerca de la ventana.

Tarda un segundo en cogerlo, y su voz cantarina dice:

—¡Sierra! La abuela de Chase es fantástica, nos ha recibido con una tarta de queso.

—Qué bien. Papá me ha dicho que querías que te llamara.

—Sí... —crea un silencio de suspense, y acaba suspirando—. ¿Crees que papá pueda devolver los billetes? No me atrevía a decírselo.

—¿Ya no quieres ir? Se te notaba muy contenta por volver a ver a los abuelos y a mamá.

Me inclino sobre la encimera y abro la llave del agua para amortiguar la conversación.

—Lo sé, pero ya no quiero ir. En serio, creo que estamos bien como estamos.

Me quita un peso de encima saber que Margot tampoco quiere irse, y sé que papá tampoco.

—Debes decírselo a papá, Margot. No a mí —cierro el grifo y me apoyo en el respaldo de la silla.

—Le llamaré.

Asiento con la cabeza aunque no me pueda ver. Seguro que mi cara es de alivio total. Mamá es importante para todos, pero para mí, ser la mujer mayor de la casa y cuidar de los problemas femeninos de Margot ha sido y es un jaleo muy difícil. Así que volver a verla y enterarnos de que nuestras vidas seguirán igual a como están ahora, nos rompería a todos el corazón.

—Margot.

—¿Sí?

—Mamá nos quiere mucho aunque no nos recuerde.

Por un momento creo que me voy a largar a llorar. Hasta siento como me pican los ojos.

Margot tarda en hablar un buen rato, entiendo que también esté a punto de llorar. Entonces, con voz pastosa, dice:

—¿Podemos cambiar de tema? No quiero llorar.

—Clar...

El sonido del timbre resuena en toda la casa. Me asomo un poco por la ventana de la cocina. ¡Es Wesley! Pego un bote de la silla y patino con los calcetines por todo el suelo hasta la puerta.

—¡Es verdad! ¿Hoy no salías con WesWes? —me pregunta Margot.

No la contesto y abro la puerta de un tirón. Ahora mismo me da igual ir con el pijama feo que compró papá.

Wesley me mira con las manos hundidas en los bolsillos de su abrigo.

—¿Iba en serio lo de esta mañana? ¿Estás saliendo con Noah?

Siento a Margot hasta sorprenderse a través de la línea telefónica.

Estúpido Noah y sus ideas tan asquerosas comosus chantajes.

—Pues... ummm... supongo que sí —farfullo.

Me gustaría ser mala por una vez y espetarle que ahora puede irse a hacer lo que quiera con Sally, pero no me sale.

El rincón de MillardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora