Cuando Noah dice algo, lo cumple.
Wesley me ha acercado al taller porque tiene que inflar las ruedas de su coche y así por el camino hemos podido hablar un poco de lo que me pareció la Universidad. En cuanto ha aparcado he reconocido el coche que teníamos delante. Noah está encorvado sobre el capó de una vieja Pickup y un trapo sucio le cuelga del cinturón de los pantalones.
—Se nota que intenta ser un buen novio —comenta Wes.
Estoy un noventa por ciento segura de que papá me ha llamado solo porque Noah está aquí.
—Ya no estamos juntos.
Wesley luce sorprendido y saca una pequeña sonrisa dándome palmadas de afecto en la espalda como si repitiera que lo siente varias veces. ¿Que lo siente? El asco con el que Wes habla de Noah y viceversa es lo más sincero de la Tierra.
Escucho a papá llamándome:
—¡Sierra! ¡Ya has llegado!
Rápidamente me bajo del coche y abrazo a papá. Noah nos mira de reojo secándose el sudor con el dobladillo de la camiseta.
—Hola papá. ¿En qué me necesitas?
—¿Puedes pasar los datos de los papeles de mi despacho al programa informático?
—Me gustaban los papeles.
—Tenemos que modernizarnos, Sierra.
Pongo los ojos en blanco y me despido de Wes agitando la mano. Papá le dice que mueva el coche hasta la parte trasera del taller y que allí le inflará las ruedas.Yo atravieso el taller y paso cerca de Noah. Nos saludamos con pequeñas sonrisas y un gesto leve de cabeza, después Noah vuelve a meter medio cuerpo en el capó de la Pickup y yo le miro de reojo hasta que entro en el despacho de papá.
Papá ya estaba detrás de pasar todos sus documentos a la tecnología. Todos. Hay una pila de contratos y demás papeles sobre su mesa de despacho. Tengo que ver un par de guías sobre el programa informático antes de saber usarlo sin problemas. Cuando estoy estudiando como cambiarle los colores a los diferentes clientes, Noah entra al despacho con el pelo desordenadamente sexy mientras se limpia las manos en el trapo sucio. Papá siempre guarda trapos que no queremos en casa y se los trae aquí, si mal no recuerdo los guarda en el cajón de su escritorio. Saco uno rojo con topos blancos y se lo doy a Noah.
—No podrás limpiarte con algo que está más sucio que tus manos.
—Gracias. —Noah retira la silla al otro lado del escritorio y se sienta—. Chase estuvo preguntándome cosas el otro día.
Intento sonar casual y no como una cotilla cuando le pregunto:
—¿Qué cosas?
Noah me devuelve el trapo, pero me niego a tocarlo con lo negro que se ha puesto. Ensuciaría los papeles que todavía tengo que tocar.
—Cosas por las que está así con Margot.
—¿Lo sabes?
Noah tuerce los labios y se inclina sobre la mesa. Seguro que piensa que así la conversación será más íntima, pero, ¿y el contacto físico? Sus dedos están rozando con los míos, y sé que sabe que lo sé, así que termina con su mano sobre la mía. Un escalofrío, como esos que te dan cuando comes pica-pica que son placenteros y divertidos, me sube por la espalda.
—Supongo que no sabía a quién más podía preguntarle.
Podía haberme preguntado a mí, aunque seguramente que no quiere acercarse a casa para ver como Margot le rehuye. Y yo no soy un chico, probablemente lo que le haya dicho Noah será más factible que lo que yo le diría.

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El rincón de Millard
Ficção AdolescenteSierra Bomer ha abierto un blog. "El rincón de Millard". Un blog anónimo y sin censura. Critica a sus compañeros, da su opinión de los rumores, y desenmascara secretos para hacer justicia. Pero... ¿y si su anonimato deja de existir para el capitán...