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La mañana del día de Acción de Gracias, acompaño a Taylor a recoger de la estación de autobuses a su abuela. Lo hacemos andando, y pasamos por delante de un pequeño campo de baseball en el que están Noah y unos amigos jugando. Supongo que hoy es el famoso día del baseball. Gabriel está ahí, pero sentado en un banco y apoyado en un bate con cara de perro dormido. Gabriel no hace deporte, no como Noah o cualquier chico de equipo; Gabriel juega al ping pong.

Taylor me está contando como tuvieron que ir sus padres ayer a la Universidad porque JoJo la había liado. Y no se me hace raro.

—JoJo casi muere ayer. Se peleó con un tipo en la Universidad y su padre casi le encaja la cabeza en el váter —me comenta Taylor.

Al girar la curva del campo de baseball, pasamos por detrás del banquillo en el que Gabriel está sentado. Pillo a Noah mirándonos desde su posición de bateador, y echa a correr con el bate hacia nosotras. Cuando está junto al banquillo, veo como deja caer el bate, se quita el casco, y le dice a Gabriel que juegue él. Taylor y yo no hemos dejado de caminar, y Noah nos pilla el paso haciéndonos parar. Se apoya algo sofocado en la verja que nos separa, y se sujeta con la mano el lateral de la cadera. Sé de sobra lo que se siente con el flato, que nos lo digan a Taylor o mí, que nos entra jugando al Just Dance.

—Hola, chicas —nos saluda, entrecortadamente.

Taylor y yo nos miramos y nos acercamos un poco a la verja. Paul aparece por detrás de Noah y nos saluda también, pero solo un momento antes de seguir en el juego.

—¿Queréis pasar a jugar un rato?

—Tenemos que ir a recoger a la abuela de Taylor a la estación de autobuses, asique...

Noah asiente.

—¿Os llevo? Tengo el coche aquí al lado.

<<¿Porqué has tenido que decir eso, Noah?>>
—¡Estaría genial! —exclama Taylor, y me mira.

—Traidora —susurro.

Estamos llegando un poco tarde a recoger a su abuela porque nos hemos parado a desayunar y se nos ha alargado de más con Margot y Chase contándonos sus planes para Kansas City.

Esperamos a Noah en el mismo sitio en lo que va a por el coche. De reojo, me quedo mirando fijamente a Gabriel. Coje torpemente el bate, y cuando Noah pasa por su lado le enseña un poco. Es muy del antiguo Noah que me encantaba.

Taylor me echa el brazo por los hombros.

—Tienes esa cara —canturrea.

—¿Qué cara? Es la mía normal.

Deja de abrazarme y se hunde las manos en los bolsillos de su abrigo.

—No, tienes la misma cara que cuando miras el cachorro de mi vecina. Noah es el cachorro.

La ignoro olímpicamente. Noah no es ni la mitad de mono que el pequeño yorsike de la vecina de Taylor. Pero aunque no lo sea ni la mitad, Noah es mono, siempre lo ha sido.

Taylor y yo nos subimos juntas en los asientos de atrás del coche de Noah, y durante el trayecto, intercambiamos un par de comentarios sobre lo que haremos por la noche. La abuela, la madre de papá, viene a cenar hoy y a lo mejor el tío Rubén también se pasa con su hijo y su mujer. Tenemos tan poca comunicación con el resto de la familia, que me he enterado hace un par de horas de que el tío estaba casado y con un hijo.

Noah nos deja en la calle de enfrente de la estación de autobuses, la abuela de Taylor está en la salida con la maleta y llamando a Taylor. No es muy mayor. Tiene setenta y nueve años llevados como si fueran cincuenta.

—¿Esa es tu abuela? —pregunta Noah.

—Sí —Taylor coge el móvil, y se lo lleva a la oreja—. Ya estamos, yaya.

—Genial —dice Noah, y toca el claxon un par de veces—. Dila que suba y os llevo.

Tayor tampoco se niega a eso, y baja a por su abuela.

Noah y yo nos quedamos a solas en un silencio extraño hasta que quita la radio y se gira a mirarme.

—A si que... de verdad habías invitado a Gabriel —digo.

Noah asiente con gracia y se pasa la mano por el pelo.

De perfil, puedo decir que no pierde. Noah tiene la nariz perfecta para su cara, y la frente no muy grande ni pequeña, y los labios algo rellenos. Vale, Noah tal vez se aproxima a ser la mitad de mono que el cachorro.

—Sí. No es un mal tío —agita la cabeza de lado a lado y se ríe—. Es pésimo en el baseball, pero se le da bien correr, asique le he aconsejado que entre en el equipo de atletismo.

—¿Estás intentando volver a ser Noah Müller?

Noah me mira.

—¿Acaso no lo soy?

—Eres Noah Estúpido Müller. Antes si eras Noah Müller.

Noah se ríe, pero no dice nada. Se baja del coche, abre el maletero y ayuda a la abuela de Taylor con su maleta, Taylor mientras ayuda a su abuela a subir en el asiento del copiloto, y de vuelta en su asiento me susurra:

—Se va a quedar una semana. Me muero.

La abuela de Taylor es un tanto estricta y correcta, y hace años me daba miedo.

El trayecto es en completo silencio. La abuela de Taylor va de lo más callada y soltando de vez en cuando comentarios sobre el paisaje. Pasamos con el coche por delante del campo de baseball, Gabriel sigue jugando, pero ya no con el bate, ahora está corriendo a por la bola para eliminar a Paul.

Noah frena delante de casa de Taylor, y Ella y su padrastro salen a recibir a la abuela. Yo bajo también con Taylor, aunque me toque caminar un poco hasta casa no me vendrá mal para hacer tiempo antes de encontrarme con la abuela y sus tirones de mofletes.

Taylor me abraza arrastrando con la mano la maleta de su abuela y me susurra:

—Si esta noche no te llamo llamo he muerto de aburrimiento.

Noah sigue detrás de mí cuando Taylor cierra la puerta.

—¿Vienes al campo? —me pregunta—. Un rato.

Mis esperanzas de no volver a tener tanto contacto con Noah se están yendo a la basura. Pero tampoco tengo nada que hacer y en casa solo soportaré a la abuela preguntándome por chicos y mi vida personal.

Suspiro.

—Solo un rato.

El rincón de MillardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora