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Por la tarde, Taylor y yo llamamos un par de veces al timbre de casa de Gabriel y nos abre su madre. Es una mujer genial, o eso dice mi padre cada vez que le llevan el Ford al taller. Y bastante guapa para su edad.

—Hola, chicas —nos saluda, parece que hasta cantando—. Gabriel está en la caseta del jardín. Pasar.

La casa entera huele a café y bizcocho. Como mi casa cuando Margot se pone en plan repostera de MasterChef.

Nunca he estado en casa de Gabriel, pero por fuera la he visto cientos de veces y es igual a cómo me la imaginaba. Hay fotos familiares casi que encima de todos los muebles, y como para salir al jardín tenemos que pasar por el salón, veo las dos palas de ping pong que hay colgadas de la pared en un marco.

Taylor susurra:

—Seguro que son las primeras que usó.

—Posiblemente.

Antes de poner un pie en la hierba recién cortada del jardín, Taylor comenta:

—Pensaba que su casa iba a ser más... friki.

La caseta del jardín es enorme, y tiene la puerta de madera abierta. Gabriel y dos chicos más están sentados en un pequeño sofá bebiendo zumo de naranja en vasos de plástico.

Si yo tuviera una caseta así en el jardín, me mudaría para no escuchar roncar a papá todas las noches. La mesa de ping pong está en todo el centro; pese a eso, ha cabido una mesa de plástico como la de los bares, dos sillas a juego, un sofá —algo feo—, y un pequeño refrigerador del que Gabriel saca más zumo para servirnos a Taylor y a mí en dos vasos de plástico.

—Oh. Chicas, sentaos.

Taylor se lanza a una esquina del sofá cuando Raven, uno de los amigos de Gabriel, pelirrojo y con aparato dental, se levanta. Yo me siento dónde estaba Gabriel, y apoyo el vaso en el suelo.

Louis, el otro amigo de Gabriel que no deja de mirar la pelota de ping pong a través de sus gafas como si quisiera desintegrarla, se coloca en un extremo de la mesa de juego y Gabriel en la otra.

Taylor, como si nos estuviéramos mandando mensajes telepáticamente, me mira como diciendo: <<A-bu-rri-mien-to>>

Seguro. Pero será mejor que estar en casa y esperar a que llegue Margot a darme el tostón con que quiere ir a ver a Noah. Puede ir con Chase que eso también le gusta a él y entiende.

—Oye, ¿JoJo hoy no necesita el coche para ir a ver el partido? —le pregunto a Taylor.

Taylor me mira y se encoge de hombros bebiendo de su zumo.

—Hoy es mi día con el coche —está unos segundos callada y se acomoda en el sofá subiendo una pierna—. ¿Tú estás segura de que no te molesta?

—¿El qué? ¿Qué uses el coche?

—No. Lo de Noah con Chloe.

Gabriel le da un golpe fuerte a la bola y se sale de la mesa. En lo que Raven recoge la bola de debajo de la mesa de bar, Gabriel dice:

—Noah no está con Chloe. Es el reemplazo de Betty June.

Entrecierro los ojos y miro a Gabriel, que se ha vuelto a entretener jugando contra Louis mientra Raven mira.

—Chloe dice que están juntos.

—No es así. Noah me dijo solo se besaron en una fiesta de Freya y que ahora Chloe es otra Betty psicópata.

Eso tampoco me molesta. Que haya estado haciéndolo con Chloe mientras hablábamos por su toto chantaje no es lo que me molesta. Noah es como Wesley, otra piedrecita pequeña en un lado del pecho que a veces duele porque le había cogido algo de aprecio, y que después de todo, me había acostumbrado a él.

El rincón de MillardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora