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Durante el desayuno, Margot mordisquea su tostada sin quitar la sonrisa y papá ya sospecha que algo la pasa. De repente, deja el periódico en la mesa y se cruza de brazos.

—Creo que necesitamos hablar —dice.

Margot me da una mirada espantada. Siento que nadie va a decir nada, entonces digo:

—¿De qué?

Papá se aclara la garganta.

—Sé que esto sería más fácil de hablar con una madre que con un padre. Y soy un padre enrollado. Sólo voy a decir que creo que sois demasiado jóvenes para tener relaciones sexuales. —Suena como si le doliera hablar de esto—. Pero entiendo que ya tenéis pareja y que estáis creciendo...

Puedo ver como la conversación va más dirigida a mí que a Margot. Papá no deja de mirarme y de hacer énfasis con las cejas. Estoy apunto de decirle que Noah y yo seguimos igual que hace días, separados, pero no quiero dejar a Margot sola en esto y simplemente lo dejo correr.

—Papá, Noah y yo no tuvimos sexo cuando estábamos juntos.

Asiente, pero no duda:

—Sólo digo que sé lo que los chicos quieren, Sierra. Quiero que las dos estéis protegidas —dice aunque me mira más a mí que a Margot.

Puedo entender que confíe más en Chase que en Noah; Chase lleva con nosotros toda la vida y Noah apenas estaba llegando a la familia. Además, Noah y yo somos los mayores, ¿eso significa que somos los que tenemos las hormonas o la madurez?

—¡Papá! No hemos hecho nada —defiende Margot. Tiene toda la cara roja de la vergüenza.

—Tienes que creernos papá —añado con voz ahogada.

Si papá puede llegar a creer que Noah y yo hemos tenido sexo, no quiero imaginar lo que el resto de personas pueden creer.

Por un momento papá se siente atacado y levanta las manos al aire con una expresión de dolor en su rostro.

—Os creo, os creo. Sé que esto sería más fácil de hablarlo con una madre, pero si necesitáis... protección, prefiero que me lo digáis antes que no usar.

Nos sumimos en el silencio durante un largo rato. Aprovecho para deslizarme fuera de la silla, llevo mi vaso de café y mi plato sucio a la pila y corro por las escaleras como si la vida me dependiera de ello. Margot me sigue corriendo detrás y acabamos tiradas en mi cama desternillándonos de la risa.

—¿Crees que lo sabe?

Me encojo de hombros.

—Chase y tú lleváis años, es difícil que no se imagine algo.

—¡Por Dios, tenemos quince años!

—Estáis a punto de los dieciséis. Y que sepas que no puedes defender eso si lo has hecho tú.

Touché.

***

Mañana es el último día de vacaciones y el tiempo para llamar a Noah se me acaba.

Chase se ha llevado a Margot a una cita y papá está viendo un partido en baloncesto en la televisión.

¿Quieres venir ahora a casa?

Le envío. Espero sentada en el sofá al lado de papá hasta que Noah me manda un mensaje que dice: Llego en veinte. Después, no puedo dejar de mover la pierna como si tuviera un tic nervioso. Papá me mira de reojo a cada rato.

El rincón de MillardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora