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Hoy, para todos, soy de porcelana. Margot me ha despertado con el desayuno en la cama y Taylor ha pasado por mí para ir a clase. Podría acostumbrarme.

—Entonces, ¿Noah te lleva a casa? —me pregunta Taylor entre jadeos.

—Sí.

El profesor Brannon toca el silvato y nos llama la atención. Taylor lanza un suspiro y me lanza una mirada cansada antes de seguir corriendo. Educación física es mi última clase de hoy, y aunque le he preguntado al profesor Brannon si me puedo ir a casa para no morir congelada en las gradas como me está pasando ahora, no me deja.

Como el viernes hay un partido de lacrosse, los del equipo están corriendo también y se han mezclado con los de clase. No paro de ver a Noah pasar corriendo por delante de mí. Ay ¿cómo he podido invitarle voluntariamente a mi casa? Invadirá mi espacio en el que nunca ha entrado nadie que no sea de mi familia o Taylor y Chase. No me puedo creer que vaya a dejar que vea el blog por dentro, dejándole el control de todo, hasta de...

Dios mío, el borrador. 

Noah no puede leer lo que escribí sobre él la otra noche.

Me levanto de un salto. Tengo que borrar eso antes de que acabe el ciclo escolar y Noah venga a casa.

Corro desde las gradas hasta el profesor Brannon en mitad de la pista de atletismo. Casi me choco con Chloe y Regina, hubiera sido lo último que me faltaba, que me gritaran por rozarlas. El profesor Brannon me clava la mirada gélida cuando estoy a pasos de él.

—Me duele mucho la herida —gimo. Me toco la venda por encima y hago mi mejor cara de dolor, como cuando Margot me clavó un paraguas en el estómago por accidente—. ¿Puedo ir al baño a cambiarme la venda?

El entrenador deja de mirarme y asiente.

—Pero ve a enfermería mejor.

Hecho a correr dentro del instituto, y no paro hasta que llego a la biblioteca. Sofocada, saludo con un gesto de cabeza a la bibliotecaria. Hoy Bryn no está, de momento, a si que no me tengo que ir muy lejos para que nadie se me acerque. Veloz como una bala, enciendo el ordenador y le doy golpecitos para que vaya más rápido —como si funcionara—. Estos ordenadores me van a causar algún día un tic nervioso. Me inclino, me remuevo en la silla, de un lado a otro, de un lado a otro. Nunca, los tres minutos que tardo en entrar en el blog, se me han hecho tan largos. Pincho con el mouse en la pestaña de borradores. Solo está el de Noah, pero no quiero eliminarlo. Dios, ¿porqué Margot le ha insistido en que nos lleve a casa?

—¿No tienes clase ahora?

Levanto la vista del ordenador. 

—Tengo que imprimir una hoja para un trabajo —miento—. ¿Está conectada?

En cuanto veo que asiente con la cabeza, pincho en <<Imprimir>> y todo lo que escribí sobre Noah, mis sentimientos pasados y lo que pienso sobre él, me sale en el folio. Lo doblo en todas las partes que puedo y me lo guardo en la mochila. Y lo borro completamente del blog, no quiero que quede nada y que Noah lea algo, lo más mínimo, sobre mis sentimientos. Hoy, si me aseguro de que todo está cerrado antes de salir volando.

Intercepto a Margot hablando con Noah pegados a su coche. <<¿Pero qué hacen juntos?>>. Margot me abre la puerta y me coje la mochila quedándosela en los asientos traseros.

—Noah me estaba contando que os conocéis desde hace muchos años —comenta Margot.

Le lanzo una mirada fulminante de reojo sin que Margot lo note.

Margot no le puede coger cariño, no a Noah. Noah no es Wesley, Noah no es Chase, Noah es Noah y se irá de nuestras vidas en cuanto escriba en el blog sobre lo que quiere.

El rincón de MillardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora