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Durante el poco rato que estoy en el baseball, puedo ver como Gabriel tropieza varias veces con las bases y Noah va a preguntarle si está bien. Yo no me muevo mucho del banquillo hasta que Flynn Fletcher se me acerca y me pregunta si quiero batear. No estoy del todo segura de lo que hago cuando me coloco delante de Noah con el bate. He jugado varias veces con JoJo en el jardín de su casa mientras Taylor comía chocolate desde el sofá de palés que hizo su padrastro y que tienen en el jardín.

Noah me toca el gemelo con el guante de baseball.

—¿Sabes?

—Creo.

Paul se pone en posición de lanzarme la bola, la veo avanzar como a cámara lenta antes de agitar el bate y golpear la bola. No avanza mucho más de dónde está Paul, asique me descalifican antes de que llegue a la primera base. Me dejan batear un rato más hasta que tengo los brazos tan cansados que se me cae el bate, y termino sentada de nuevo en el banquillo con Gabriel que está bebiendo agua.

—Creo que se te da mejor que a mí —me dice, lentamente y secándose algunas gotas de agua de la barbilla.

No parece el Gabriel tímido y que usa camisetas con estampados de videojuegos del instituto. Lleva una sudadera algo grande, que aunque no haga calor se ha arremangado hasta los codos, y un pantalón de chándal gris como el que suele llevar en gimnasia.

—No creo —estiro la mano y agarro mi abrigo del banquillo para ponérmelo. Estando aquí senta sí hace frío—. Casi le doy a Noah con el bate un par de veces y de milagro no se me ha escapado el bate y os he dado.

Gabriel se sienta a mi lado y se estira las mangas hasta que se tapa las manos. No es un chico grande, o que me saqué una cabeza como Noah o Wes, Gabriel es de mi altura y muy delgado. Supongo que por eso corre tanto.

—Le gustas.

—¿A quién?

Gabriel se encorva y deja la botella de agua en el suelo.

—A Noah. Yo creo que si casi le das con el bate es porque estaba muy cerca de tí.

En un mundo paralelo a este, estaría saltando de alegría porque es Noah, y aunque no fuese verdad y siempre hubiera querido escuchar que a Noah le gustaba, o que, por lo menos alguien lo ha pensado por un momento. En este universo y este mundo sé que es mentira.

Noah se acerca a nosotros y se agacha a por una botella de agua. Gabriel le releva y se pone detrás de Paul que ahora batea.

—¿Te quieres ir ya?

Me encojo de hombros dentro de mi abrigo de plumas. Creo que si le gustara se notaría. Cuando estuvo enamorado de Freya, iba detrás de ella y la escribía notas en un trozo de esquina de las hojas del cuaderno que después la pasaba por las rendijas de la taquilla. Y la llevaba comida en la cafetería, por no decir que la dejaba la sudadera cuando hacía frío y no dejaba de mirarla ni cuando ella lo hacía de vuelta. Por mucho que antes me molestara decirlo, Noah y Freya tenían química. Ahora ya no pasa nada por admitirlo, es la verdad, y Noah ya no me importa.

El coche de Noah es de esos que tienen calefactor en los asientos, y voy de lo más calentita en el camino. Antes de girar en la curva de mi calle, Noah frena un poco y me pregunta:

—¿Te lo has pasado bien? Pensaba que no sabías jugar.

—De vez cuando el hermanastro de Taylor quiere que juguemos con él y me ha enseñado un poco. Y sí, me lo he pasado bien, mejor de lo que pensaba.

—¿Mejor de lo que pensabas? —me pregunta, divertido.

—Sí. Pensaba que os lo ibais a tomar más enserio y no como un juego para divertirse.

El rincón de MillardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora