El día en el que los abuelos se van llega antes de lo esperado. Los últimos días en casa parecían distintos al resto. Todo ha sido más relajado y el ambiente que se respiraba era de lo más cómodo. Tanto como para papá, como para Margot y para mi. Si tuviera que explicar el porqué de cada uno, diría que papá ha estado más relajado por sentir algo de compañía adulta. Margot ha cogido el gusto a escuchar las batallas del abuelo y los consejos de la abuela, así que estos días ha pasado más tiempo en casa que con Chase y todo ha parecido volver a cuando éramos pequeñas. Y yo he terminado por casi hacer un berrinche para que se quedaran más días. Supongo que no he disfrutado de estar con ellos tanto a como me gustaría.
Llevamos a los abuelos al aeropuerto e intentamos entrar con ellos para acompañarlos hasta dónde podamos. Pero la abuela no quiere ponerse a llorar en mitad del aeropuerto y a mi tampoco me apetece.
Margot y yo nos enganchamos a los abuelos, y a coro, decimos:
—Os vamos a echar de menos.
Ni siquiera se han ido y ya quiero que vuelvan. Tal vez el año que viene pueda volar un par de días a Australia a visitarlos.
—¿Seguro que no queréis que os acompañemos hasta facturación? —insiste papá.
La abuela resopla y me da una mirada cansada que me hace reír.
—No nos vamos a perder —contesta el abuelo agarrando sus maletas.
Margot me engancha en un abrazo y nos mantenemos juntas todo el tiempo mientras los abuelos recogen sus maletas.
—¿De verdad que no podéis quedaros más tiempo? —pregunto. Ya tengo una bola en la garganta que me golpea las cuerdas vocales.
Los abuelos nos abrazan una vez más y veo como Margot hace más fuerza por no soltarlos. Yo sigo esperando que digan que volverán dentro de poco, pero no pasa y entonces nos atrevemos a soltarlos.
—No nos vais a echar tanto de menos —termina diciendo el abuelo—. Os olvidareis de nosotros por estar con vuestros noviecitos.
Tuerzo los labios en una mueca sin que me vean.
Claro. Noah...
A Margot le cambia la cara a una de disgusto. Ha pasado estos últimos días abandonando un poco a Chase y ahora todo la golpea de golpe. La realidad nos está golpeando.
—Adiós, abuelos —digo, y me trago la lágrimas antes de darme la vuelta.
Me subo en el coche y los veo alejarse través de la ventanilla arrastrando sus maletas. Hago el intento de esconderme entre el pelo para que ni papá ni Margot vean mis lágrimas. Me remuevo en el asiento y pateo con el pie algo en el suelo. Me agacho, lo agarro y suelto un pequeño grito. ¡Las cartas para mamá! Pego un salto fuera del coche y sujeto la caja con fuerza entre mis manos. Corro veloz como un rayo hasta traspasar las puertas de entrada del aeropuerto casi tropezándome con algunas maletas. Puedo escuchar a papá gritarme y a Margot decir que a dónde voy. Freno un segundo, me pongo de puntillas y logro ver la boina del abuelo entre la gente. En todos mis años de instituto nunca, jamás, he corrido tan rápido en clase de gimnasia. Los alcanzo a los pocos segundos y me planto delante de ellos jadeando y apoyándome en mis rodillas inclinada hacia delante.
—Sierra, ¿todo bien? —el abuelo me pone la mano en el hombro y me peina el pelo.
Entre jadeos estiro la caja con las cartas y digo:
—Las cartas. Se me olvidaban.
No tengo muy claro si espero algo, alguna reacción o alguna señal. Pero cuando la abuela coje la caja y la abraza, sé que estoy a punto de llorar. Aun así me agrada tener la oportunidad de poderlos abrazar una vez más antes de que se marchen. El abuelo me da un abrazo rápido pero cargado de amor. Sé lo mucho que echa de menos su casa, Australia, y a mamá. Él y la abuela echan de menos ir a verla. Sin embargo el abrazo con la abuela dura más. De repente, en un susurro ahogado, me dice:
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El rincón de Millard
Fiksi RemajaSierra Bomer ha abierto un blog. "El rincón de Millard". Un blog anónimo y sin censura. Critica a sus compañeros, da su opinión de los rumores, y desenmascara secretos para hacer justicia. Pero... ¿y si su anonimato deja de existir para el capitán...