Durante una de las partidas de ping-pong de los chicos, Taylor y yo salimos al jardín y nos sentamos en el borde de la piscina de Gabriel. Su madre es de lo más agradable, nos ha sacado a Taylor y a mí una crema solar para que no nos quememos con el sol. Nunca antes había visto a una madre con aparato dental. Cuando entra en la casa y echa la puerta corredera, Taylor se inclina y seguimos despotricando.
—¿Qué ha pasado con Lucas? —pregunto.
Chapoteo con los pies dentro del agua. No está muy fría, y la madre de Gabriel ha puesto la depuradora un rato por si nos apetecía darnos un baño. Aunque hace día de verano, no tengo ninguna intención de sacarme la ropa y meterme al agua.
—Iremos juntos al baile.
—¿Enserio? ¿Cómo te lo ha pedido?
Nos juntamos más en el borde de la piscina y empezamos a susurrar.
—De camino a mi casa, me ha preguntado si tenía pareja para el baile, hablando un poco más del tema me ha preguntado si quería ir con él. Nada del otro mundo.
Las dos soltamos unas risas y nos salpicamos con el agua. De pequeñas dijimos que nuestra fantasía sería ir al baile con un chico que nos lo pidiera montado a caballo y que nos regalara un ramo de flores. Pero no es cómo te lo pidan, es quién te lo pide.
—¿Tendréis una cita?
Taylor me mira. Se está extendiendo la crema solar por los brazos y tiene pegotes en la cara.
—Quiere que salgamos a cenar esta noche.
—Oh. Por eso vas tan arreglada.
Es la primera vez en meses que la veo con un vestido y unos zapatos con algo de tacón. La primera cita siempre he pensado que es la más importante.
Un rato más tarde papá me llama. Está anocheciendo y quiere que vuelva a casa para cenar las pizzas que han pedido. Me estoy calzando mis zapatillas cuando los chicos salen gritando de la caseta de Gabriel. Noah se sienta en una de las sillas de plástico que hay detrás de nosotras y me pone las manos en los hombros preguntándome:
—¿Nos vamos ya, Sierra?
Giro la cabeza dándole una mirada tranquila a Noah. Ha estado toda el tiempo muy... cuidadoso, y aunque no niego que me guste, siento que este no es el verdadero Noah.
Me termino de atar los cordones de mis zapatillas y me pongo de pie.
—Puedes quedarte más tiempo si quieres. Mi casa no queda muy lejos para ir andando.
—No, no —se apresura a decir—. Te llevo. Yo también tengo que ir a casa a cenar.
No me lo trago del todo. Sé de sobra que Noah no tiene hora de llegada a su casa, menos un viernes. De todas formas cierro el pico y me despido de todos antes de salir agarrada de la mano con Noah. Nos montamos en su coche y empezamos el viaje con la música a un volumen relajante hasta que a mitad de camino Noah la apaga.
—¿Por qué la apagas? Me gustaba esa canción.
—Me retumba la cabeza, teníamos la música demasiado alta mientras jugábamos.
No sé si eso significa que quiere hablar o que permanezcamos en silencio.
—¿Estás contenta con tus abuelos aquí? —me pregunta.
—Sí, a ratos.
Noah me da una rápida mirada.
—¿A ratos? Pensé que estarías contenta con ellos aquí, por eso de que no fuisteis a Australia en Navidad.
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El rincón de Millard
Teen FictionSierra Bomer ha abierto un blog. "El rincón de Millard". Un blog anónimo y sin censura. Critica a sus compañeros, da su opinión de los rumores, y desenmascara secretos para hacer justicia. Pero... ¿y si su anonimato deja de existir para el capitán...