Danza de fuego

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Abro los ojos a una mañana fría. El invierno empieza a hacerse notar.
Pero el frío de mi cuerpo se debe a que estoy solo en la cama.
Anastasia se había ido.
Ni una nota ni nada.
Esa mujer no se andaba con rodeos.
Me siento en la cama y miro el lado de la cama donde ella estuvo.
Debió de irse apenas me dormí.
¿No es eso lo que quiero?
Las mujeres que han estado en mi cama siempre se han tomado atributos que no les correspondían. Incluso más de una tuve que ofrecerles llevarlas a su casa con la idea que pillaran la indirecta.
Una vez que la puerta de mi casa se cerraba tras de ella no quería volver a verlas. Claro que no era así.
Siempre volvían a llamar pidiendo una segunda cita o alguna cena, una copa...algo que jamas iba a suceder.
Solo era sexo. Punto.

La semana transcurrió sin ningún cambio

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La semana transcurrió sin ningún cambio.
Mucho trabajo, lo que estaba más que bien. Era un ergomaníaco sin remedio.
Bueno, no había llegado a ser lo que hoy era por andar vagueando. El trabajo duro nunca me ha achantado y yo trabajaba sin control. Nunca era suficiente.
Sus ojos se colaban en mi cabeza en distintas situaciones de mi día sin previo aviso y sin motivo alguno.
Su cara mientras se corría había quedado grabada en lo más profundo de mi memoria y reproducía la escena una y otra vez.
Había esperado una llamada suya que nunca llegó. Le había dejado mi tarjeta a su asistente o tal vez podría haber averiguado sin esfuerzo mi número. Pero nada. No había nada de ella.
Es como si nada hubiese pasado.
Una ruptura sin dolor.
Eso era lo que yo esperaba de todas mis conquistas. Pero nunca había encontrado una mujer que no quisiera repetir y volviera a buscarme. Hasta ahora.
¿Eso era lo que me mantenía enganchado? Que le importe una mierda si estoy vivo o estoy muerto.
Había echado el mejor polvo de mi vida con ella y ni siquiera se había quedado a dormir.
Hago a un lado brevemente a la castaña que me ha que me ha quitado la paz y contesto la llamada de mi móvil cuando veo el nombre de mi hermano.

—Hermanito. Esta noche es la fiesta de invierno del Lewis. Te espero a las nueve en tu edificio.—sonreí.
Justo lo que necesito.

—Perfecto. Nos vemos ahí.—cuelgo la llamada y me reclino en mi silla.
Dedico el resto del día a trabajar para evitar que su recuerdo invada mi mente.

Dedico el resto del día a trabajar para evitar que su recuerdo invada mi mente

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El Lewis está abarrotado.
Mi amigo, Fred sí que sabe dar una fiesta, y todos los años se luce en esta.
Rápidamente nos conducen a un reservado que siempre tienen reservado para nosotros en todo los lugares de la cuidad. Somos unos solteros, mujeriegos y vividores, todo el mundo lo sabe.
Una camarera deja en nuestra mesa nuestras bebidas y al inclinarse deja ver un atisbo de su ropa interior.
La ignoro.
No me gusta una mujer que se ofrezca de esa manera tan vulgar.

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