Traición.

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No había tenido ni un momento de tranquilidad. Salía de la sala de juntas después de una larga reunión.
Me siento en mi mesa y Andrea me ofrece un café antes de ponerme con más informes. Quería dejarme al corriente todo lo que pudiese para el fin de semana.
Quiero llevar a Ana a Paris.
Quiero proponerle matrimonio formalmente. Quiero que lleve un diamante mío que la exhuma de la lista de las solteras más codiciadas del mundo.
Ahora era mía. Y quería que todo el puto lo supiera.
Meto la mano en mi bolsillo tanteando mi tesoro y sonrío.
Cojo mi móvil y le mando un mensaje.

Tengo tus bragas en mi bolsillo.
C.

Su respuesta no se hizo esperar.

Estoy escandalizada, señor Grey. ¿Cómo han llegado ahí?
A.

Me río.

Te las he robado. Me encanta como huelen.
C.

Eres un pervertido. Pero, me pone a cien que lleves mis bragas contigo.
A.

Llevo conmigo más que tus bragas. Te llevo a ti, bajo mi piel.
Te quiero, reina.
C.x

Una llamada suya me entra en el móvil.
Lo cojo rápidamente.

—Te quiero.—dice sin aliento un tanto agitada.

—Y yo te quiero a ti, cariño.—me reclino en mi silla y cierro los ojos sintiéndome pletórico.—Estoy deseando verte.—siento su sonrisa.

—Y yo. Pero tengo un día de locos, así que tendré que esperar a llegar a casa para verte.—a casa...

—Que bien suena eso, Ana. Tenemos que hablar de dónde vamos a vivir.—mi secretaria abre la puerta y niego haciendo que se retire rápidamente sin que llegue a entrar.

—Me encanta tu apartamento, y el mío.—se ríe.—Pero la verdad es que donde tú estés yo estaré bien.—respiro hondo henchido de amor y orgullo.—Lo único que echaré de menos si decidimos quedarnos en la tuya es que necesito un enorme vestidor.—me río.

—No hay problema. Te voy a regalar un armario bien grande. Digno de una reina como tú.—haré lo que sea por que se sienta cómoda.—Me pondré en contacto con el decorador y le daré tu número para que hagas lo que a ti te apetezca.

—Que fácil haces que parezca todo, Christian.—dice en voz baja.

—Quiero dártelo todo, Ana. Lo que es una putada por que tú ya lo tienes todo.—le digo con impotencia.

—Lo que quiero de ti es amor, confianza, estabilidad, sinceridad. ¿Puedes darme eso?

—Todo.—contesto a su vez.—Déjame demostrártelo.—siento su sonrisa.
—Confía en mí.—le ruego.

—Lo hago. Confío en ti.—sonrío.—Un segundo, Christian.—me pide.
—Dime, Jessica.—le dice a su asistente.

El señor Rodríguez está aquí, señorita Steele.—aprieto los dientes cuando escucho lo que le dice su ayudante.

—Dame unos minutos que termine la llamada.—al segundo está conmigo.
—¿Christian?

—¿Que hace ahí Rodríguez?—suelto de sopetón impulsado por la rabia.
Ana suspira.

—Christian...José es mi amigo. Veré a mis amigos cuando quiera. Tenlo claro. Y, para ti información, José ha venido porque tengo que contarle que he decido estar contigo.—respiro hondo aliviado y sintiéndome estúpido.

Negocios de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora