Epílogo.

11.1K 602 78
                                    

3 Años después.

Christian.

El olor de las flores de Azahar impregnan todo el jardín. Un gran arco bordeado de flores rosa claro y blanco preside la estancia llena de elegantes sillas pateadas con adornos de flores blancas. Una alfombra blanca se desliza frente a nosotros hasta el infinito separando las hileras de sillas. La gente empieza a llegar y toman asientos o simplemente se quedan de pie hablando.
Saludo a algunas personas y me mantengo en mi sitio.
Miro como algunos niños juegan en un pequeño lago artificial donde reposan algunos cisnes de color blanco.

—Esto parece en reino de la reina de las nieves.—dice mi hermano bajito y me río disimuladamente.—En serio tío, esto ya no puede ser más empalagoso.—se queja burlón manteniéndose a mi lado expuestos al escrutinio de la gente.

—Claro, tu boda en la capilla de Elvis tenía mucho más estilo.—le digo y él me da un golpe en el hombro.

—Calla idiota. A mi mujer le ponen los tupés.—me dice con una enorme sonrisa.—¿Quien podía negarle nada? Estaba embarazada.—me río.

—¿Eso son entradas?—se acerca Ethan mirando con el ceño fruncido la cabeza de mi hermano. Este le da un manotazo y se aleja.—Sí, sí, son entradas.—se ríe.—Si a Kate le ponen los tupés más te vale empezar con los microingertos, calvorota.—me río.

—Que gracioso.—gruñe Elliot.—Yo sí que me voy a reír cuando la novia no aparezca.—se burla.—Kate dice que tiene dudas. No eres muy bueno en la cama.—Ethan se pone serio y yo contengo la risa.

—Si que lo soy.—sonrío con burla.

—Claro que sí.—decimos a la vez mi hermano y yo.

—Piensa en porque a tardado dos años en decirte que sí.—le digo y mi mejor amigo palidece.

—Pobrecilla, ha debido de ser muy duro.—dice mi hermano con la voz acongojada.

—Vale ya, capullos. Se supone que sois mis damas de honor.—se burla mirándonos y se echa a reír.

—Exacto tú confía en nosotros.—le palmeo en hombro.—Elliot, saca los anillos. Esto empieza ya.—mi hermano pone cara de horror.

—Los tenias tú.—lo fulmino con la mirada.

—Yo no los tengo, te dije que los guardaras.

—Ay, la hostia.—gruñe Ethan apunto de que le de algo.—Os voy a matar, ¿me oís? Os voy a...—la música empieza a sonar y los tres nos ponemos rectos.
Cruzo una mirada con mi padre que me guiña un ojo y le sonrío.
Este tiempo ha sido muy importante en mi vida.
Cuando miro al frente una preciosa niña, rubia con un bonito vestido rosa y blanco porta una canasta de mimbre y tira pétalos de rosa con gracias.
La gente la mira enternecida desde sus asientos, nosotros la miramos embobados.
Ava es la niña más linda que haya en el mundo. Mi sobrina es una princesita a la que adoramos y consentimos un montón.
Cuando llega a la altura de mi padre ella le da una rosa blanca y él se la come a besos.
Miro a mi hermano que babea por su hija.
Sonrío y miro otra vez al frente.
Mi sonrisa se amplía aún más.
Mi hijo anda por la alfombra, vestido con un esmoquin a medida de color negro, camisa blanca y una encantadora pajarita rosa palo.
Lleva un pequeño cojín con los anillos de los novios.

—Que cabrones...—gruñe Ethan al ver los anillos.
Teddy saluda a su abuelo chocando el puño y mi padre se tira hacia atrás sacudiendose la mano por la fuerza del niño. Teddy se ríe encantado una vez con las locas bromas de su abuelo al que adora e idolatra igual que yo.
Me agacho con una orgullosa sonrisa cuando mi hijo llega hasta mí y se pone a mi lado.

—Bien hecho, campeón.—le digo y él sonríe.

—Estas muy guapo, tío.—Elliot le acerca el puño cerrado para que mi hijo se lo choque. Su pequeña manita choca con la de su tío encantado.
Estos tres años con él han sido los mejores de mi vida.
Mi hijo y mi esposa son lo que más amo encima de la tierra.
Vivo y muero por ellos.

—¿Has visto a mamá?—le digo en voz baja.

—Sí.—dice.—Parecen gallinas.—pone carita de horror.—Solo chillan y corren por tooodos lados.—hace énfasis con su manita y Ethan, Elliot y yo nos echamos a reír.

—Están locas.—dice Ava desde el otro lado. Vuelvo a reír.

—Shh.—nos amonesta el cura.

—Perdónelos, padre. Hombres.—dice la pequeña poniendo los ojos en blanco.
La miro con la boca abierta y al fondo escucho la risa de mi padre.

—Eso lo ha aprendido de su madre.—gruñe bajito Elliot.

—Pobre tío Lelliot.—lo consuela mi hijo y no puedo contener la risa.
Le acaricio la cabecita intentado no despeinar su rebelde pelo cobrizo igual que el mío. Lo miro con orgullo, lleno de amor. Mi hijo es digno hijo de su padre. En todo.
La música cambia y miramos al frente.
Kate viene hacia nosotros y mira a Elliot y a su hija con una sonrisa radiante y llena de felicidad. Reconozco esa sonrisa.
Es la misma que yo tengo al mirar a mi familia.
Detrás de ella, mi esposa.
La mujer más guapa de todas.
Preciosa y elegante en un vestido de seda también rosa palo de un solo tirante. El pelo semi recogido con dos pequeñas trenzas con flores blancas y suelto en hondas. Una vez más me quedo sin aliento al verla. La amo aún más si cabe. La deseo con más ansias, con más ganas, con más fuerza.
Mi reina sigue siendo el aire que necesito para respirar.
Me busca con la mirada y me dedica una preciosa sonrisa. Una sonrisa de amor que se desplaza hasta nuestro hijo.

—Deja de babear.—susurra Elliot, y yo sonrío ampliamente. Cruza el altar para ponerse al lado de Kate y su hija.
Ana llega a mi lado y le rodeo la cintura pegándola a mi costado.

—Pero que guapos están mis chicos.—nos dice y mi hijo se pone por delante nuestra.

—Tu también, mami. Pareces una reina.—ella sonríe derretida de amor por su hijo y le acaricia suavemente el pelo y la mejilla con su delicada mano donde brilla mi anillo de compromiso y mi alianza de matrimonio.
Le doy un suave apretón en la cintura y ella levanta sus ojos azules iguales a los de mi niño hacia mí.

—Te quiero, señora Grey.—susurro en su oído y le doy un casto beso detrás de la oreja.
Sonríe con los ojos iluminados.

—Y yo a ti, Christian.

—Y yo a ti, Christian

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Negocios de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora