Tiempo.

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Abro los ojos antes que suene la alarma y me giro para mirar a la mujer que me acompaña.
Permanece tensa, casi al borde de la cama.
¿Qué problema habrá tenido para que sea así?
Estoy tentado de pedirle a Welch que investigue algo de su pasado. Solo para poder ayudarla.
La cama se mueve cuando ella se gira y me mira adormilada.
Sonrío al verla.
Despertar con una mujer nunca fue muy de mi agrado, solo pensaba en cuánto tardarían en marcharse para que yo pudiera seguir con mi vida.
Con Ana no tengo ninguna prisa.

—Buenos días.—susurra. Sonrío.

—Buenos días, nena.—estiro la mano pidiéndole la suya y espero que ella reaccione. Me tiende la suya y tiro de ella para abrazarla. Se acomoda en mi pecho.—¿Has dormido bien?—asiente. Aún sigue tensa. Le acaricio la espalda haciendo presión con mis dedos en sus hombros. Ella suspira gustosa.

—Tengo que irme.

—¿A que hora vas a ver a Lincoln?—pregunto.

—A las doce.—se remueve rozando mi erección.

—Luego podremos ir a comer.—sonríe y asiente.—No es una cita. No te emociones.—bromeo y ella se ríe.

—No temas. Tengo muy claro lo que quiero de nuestra relación.—dice despreocupada.

—¿Y que es lo que quieres, nena?—sonríe burlona.

—Sexo, Grey. Quiero mucho, mucho placer.—sonrío ampliamente y ella se cierne sobre mí hundiendo los dientes en el lóbulo de mi oreja.
Un momento después, ya no existe nada.

El edificio de Lincoln ha perdido color desde la última vez que estuve aquí

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El edificio de Lincoln ha perdido color desde la última vez que estuve aquí.
Parece un sitio más lúgubre y apagado.
Delante de mí se para el Mercedes negro de Ana se detiene y su chofer se baja para abrir la puerta para ella. Lo primero que veo es su tacón; alto y beis de tiras, y una kilométrica pierna con tacto de seda que acaba en un lugar en el que ya estoy deseando enterrarme de nuevo.
¿Tendría suficiente de ella alguna vez?
Sale del coche perfectamente vestida de azul marino. Un vestido entallado que realza su magnífica figura. El pelo recogido en un moño bajo e impecablemente maquillada.
Me acerco y me dedica una profesional sonrisa.
Se me hace raro ser tan formal con ella cuándo esta mañana habíamos estado juntos. Nos hemos duchado, hemos desayunado y luego cada uno se ha ido a su trabajo. Todo ha sido tan normal, como si fuésemos una pareja.

—Comételo, nena.—le digo en voz baja cuando entramos en Lincoln Corp. Ella me guiña un ojo.

La misma chica del otro día me come con los ojos.
Ana está sentada a mi lado revisando el contrato.

—Señor Grey, le apetece algo de beber.—me dice solícita.
Ana se remueve en la silla y oculto una sonrisa de satisfacción. De pura satisfacción.
Miro a la chica y le sonrío. Ella se ruboriza y casi pierde el equilibrio.

—Un vaso de agua estaría bien, gracias.
Ella se retira rápidamente y yo me vuelvo para mirar a Ana que me mira como si me fuese a asesinar.—Tengo sed.—me encojo de hombros y ella baja la mirada al contrato.

Negocios de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora