Dueña de mi mundo.

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El hotel Luxury de Nueva York estaba abarrotado de empresarios que habían venido a la conferencia que daría Ana.
No me había costado mucho conseguir una habitación porque el hotel era de mi colega Marcus, tampoco saber cual era la de Ana.
Cuando me dijo que tenía que viajar no lo pensé dos veces.
Quería estar con ella. Llevamos unos días difíciles y después de que anoche se abriera a mí y me confesara su oscuro pasado quería demostrarle que estaba ahí para ella.
Ana se había convertido en parte indispensable de mi vida y así quería que ella lo sintiera.
Subo rápidamente hacia su habitación y entro con la llave que mi amigo me ha facilitado.
Ella no sabe que estoy aquí. De esto puede salir cualquier cosa.
Cuándo entro, escucho la música. Una suave melodía de piano de Puccini.
Dejo mi maleta y entro en el salón.
Y ahí está mi chica, sentada en el sofá con el pelo mojado y una de mis camisas puesta.
Sonrío al verla.
Gira la cabeza y se encuentra conmigo. Da un respingo y un grito.

—Por Dios...—se lleva la mano la pecho.
Me acerco a ella y veo que tiene las mejillas encendidas y los ojos rojos.
Una copa de vino en la mano y una botella en la mesa.
Frunzo el ceño.

—¿Tú bebiendo vino?—se encoge de un hombro sin dejar de mirarme sorprendida.

—Me he quedado sin Bourbon.—dice en un suspiro abatido y llena de tristeza.
Me siento a su lado negando con la cabeza y quitándole la copa de la mano.
—¿Qué haces aquí?—dice en voz baja.
Le rodeo la cintura y le beso los labios.

—Te echaba de menos.—digo simplemente.—¿Tú a mí no?—asiente y mete la cabeza entre sus piernas. Le acaricio la espalda.
—¿Qué te pasa, Ana? ¿Por qué estás así?
Niega.
—Anastasia...—ladea la cabeza y me mira.

—Estoy...muy confundida.—dice haciendo una mueca de dolor.—Estoy perdiendo en control de todo...—sus ojos se llenan de lágrimas y rápidamente la abrazo.
—Todo se está viniendo abajo...Estoy en constante tensión con mis amigos, tú cada día te haces más indispensable para mí. Hasta hace nada tenía mi vida organizada, sabía donde estaba cada persona, pero ahora...Tengo un cacao mental impresionante...—le beso la cabeza.

—¿Qué ocurre con tus amigos?—suspira.

—He discutido con Kate. Y con José. Ellos dos son como el perro y el gato. Kate no acepta que...—se calla.
Kate no acepta que se case con José.
Lo noté la noche que hablé con ella.

—Nena, no podemos hacer felices a todo el mundo. Tienes que actuar por ti misma. Hacer las cosas con las que tú te sientas bien.—sonríe brevemente.

—¿De verdad has venido aquí por mí?—pregunta y yo le sonrío.—No me lo creo.

—Pues créetelo.—me inclino y le beso los labios.—Ya...no puedo estar sin ti.—vuelvo a besarla.—Mi camisa te sienta mejor a ti.—recorro su cuerpo deseándola como un loco.

—Te la dejaste en casa.—suspira.—He dormido con ella las noches que hemos estado separados.—confiesa en voz baja y tira un poco del algodón de la tela para olerla.—Ya no huele a ti.—dice con disgusto.

—¿Te gusta que huela a mí?—pregunto conmovido y ella asiente con timidez.
—Ven aquí, nena.—tiro de ella y la subo en mi regazo. La abrazo fuerte mientras ella hunde la cabeza en mi cuello.

—Me encanta que hayas venido.—dice después de un momento.

—¿Y porqué no me has pedido que venga?—le reprocho.

—Necesitaba espacio, anoche apenas pudimos hablar y...Bueno, no sabía que ibas a pensar de mí cuando despertarás y vieras las cosas con otra luz.—frunzo el ceño.

Negocios de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora