Confío en ti.

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                       Anastasia.

Me balanceo suavemente en mi silla mientras pienso una y otra vez en todo y nada. Tengo un respiro entre reunión y reunión y me estoy tomando un café en mi despacho.
Mi teléfono suena y el nombre de Christian aparece en la pantalla.
Sonrío como una tonta.

—Christian.

—Hola, reina. ¿Tienes un hueco y comemos juntos?—me reclino en mi sillón y sonrío mirando los rascacielos de la cuidad.

—Creo que para ti tengo algún hueco.—se echa reír.

—Todos tus huecos son míos, Ana.—me estremezco ante esa voz tan sensual y sexy.

—Lo siento mucho, cariño. Tengo una comida con unos chinos dentro de una hora.—le digo y miro el reloj.

—¿Es por lo de la exportación de tus productos a China?—pregunta.

—Si. Tengo que cerrar hoy este trato. Esto es un gran impulso para la empresa.—le digo.

—Seguro que lo conseguirás. No hay nadie mejor que tú.—sonrío tontorrona. Es agradable volver a sentirme tan bien como hace unos días.

—Gracias, Christian.—gruñe.

—Me gusta más cariño, como me has llamado antes.—sonrío.

—Está bien, cariño. Te tengo que dejar.—me callo y en la línea se vuelve a hacer el silencio. Sé lo que quiero decir. Sé lo que quiero hacer. Respiro hondo.—Me encantaría poder pedirte que vinieras conmigo, que estuvieras a mi lado...

—Pues pídemelo.—me interrumpe.

—Antes hay cosas que aún debo pensar.—suspira.

—Lo sé.—dice.—Solo te pido que no huyas. Confía en mí.—cierro los ojos con fuerza y respiro hondo.—¿Me invitaras esta noche a tu casa?—dice en voz baja.

—Sabes que no necesitas invitación.—suspira, creo que aliviado y cuelgo.

—suspira, creo que aliviado y cuelgo

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Nuestra mesa en Noir está lista.
Saludo a mis socios y tomo asiento.
Me sorprendo cuando José se sienta a mi lado pidiendo una disculpa por la tardanza.
Frunzo el ceño.

—¿Qué haces aquí?—le pregunto en voz baja.

—Pues acompañarte. Muy pronto tus negocios serán los míos y quiero estar presente.—respiro hondo.

Negocios de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora