Reparto de poder.

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Acomodo mi pajarita bien. Vuelvo a peinarme colocándome los mechones de pelo cobrizos hacia el lado.
El tío que me devuelve la mirada gris desde el espejo se ve bastante atractivo con su esmoquin de impoluto negro y parece dispuesto a comerse el mundo.
Me aliso la camisa impecablemente blanca y bien planchada y me cierro la chaqueta.
Esta noche es la gala para recaudar fondos contra la leucemia infantil.
Espero ver a Anastasia. Llevo unos días sin saber nada de ella. He estado muy ocupado en el trabajo y seguro que ella tendrá pocos ratos libres.

La puerta del Garden Flowers está abarrotada de periodistas.
Poso para las fotos y respondo a un par de preguntas sin relevancia.

—Señor Grey. ¿Para cuándo Grey Autos?—sonrío por cortesía al idiota sarcástico y entro en la sala del evento.
Elliot ya está aquí y viene rápidamente con una copa de Whisky en la mano.

—¿Qué pasa hermano?—palmea mi hombro.

—Qué tal, Elliot.—cojo una copa de la bandeja de un camarero que pasa por nuestro lado y saludo a varias personas.
Mi mirada se pasea una vez más por la sala pero no la veo.

—¿A quién buscas?—pregunta mi hermano en voz baja.

—Solo miro quien hay.—contesto escueto.—Te hacía acompañado.—pincho un poco y el sonríe burlón.

—Me ha dado calabazas, ¿te lo puedes creer?—dice fingiendo ofenderse.—Tenía otro compromiso. Y además, solo nos lo estamos pasando bien.—asiento.
Una morena con unas curvas de infarto pasa por nuestro lado dedicándonos una mirada lasciva.
No tienen consideración ni en una gala benéfica para niños pequeños.
Me bebo la copa de golpe levantando la cabeza y cuando miro hacia arriba casi me atraganto con el licor.
La miro incrédulo, impresionado. Lleva un vestido rojo entallado de un solo tirante. El pelo recogido en una cola elegante y suavemente maquillada.
Está deslumbrante, como siempre. Pero lo que más me impresiona, lo que más me enfurece, lo que me hace volverme loco es que un hijo de puta la tiene rodeada de la cintura con la mano apoyada en la parte baja de su espalda.
¿Tiene novio?
Una sensación de asco me invade el estómago.
Como si notara mi mirada se gira y su mirada se cruza con la mía. Ni siquiera mueve un puto músculo de la cara mientras yo me estoy consumiendo aquí abajo. Vuelve a su conversación con el director de la organización y puedo mirar al capullo engreído que está a su lado.
Sé quién es.
José Rodríguez. Heredero de una importante empresa de exportación de frutas y hortalizas. Un niño pijo guapo al que ya odio sin ningún motivo pero me importa una mierda.

Me uno a las conversaciones de la sala y saludo a muchos socios.
Ignoro a la pareja feliz y entro al trapo en todas las coquetería que las mujeres dejan caer sobre mí. Este soy yo.
Un mujeriego.
Natasha, una guapísima modelo rubia, se sienta a mi lado en la mesa y pasamos el rato hablando y riendo. Es una mujer sensual y guapa, pero francamente no me atrae. Nada.
Le rio las gracias y tonteo con ella por orgullo y porque sé, qué dos mesas más a mi izquierda se encuentra Anastasia. Espero que me vea, que sufra.
En la periferia de mi mirada veo una estela roja andar hacia la salida y rápidamente giro la cabeza.
¿Se va?
Me disculpo y salgo pitando tras de ella.
En la mesa veo a Rodríguez hablando con los demás tan tranquilo.
¿Deja que su novia de vaya de la gala y ni siquiera la acompaña a casa?
Vaya un capullo.
Salgo a la calle y la veo montarse en su coche.
¿Se va?
Saco mi teléfono y marco su número.
Hace llamada...seis, siete tonos.
Nada.
Taylor aparece a mi lado.

—Saco el coche, señor.—pregunta.
Dejo caer los hombros abatido.

—Ni siquiera sé dónde vive.—digo para mí.

—Edificio Esmeralda, señor. Ático C.—sonrío y me quedo mirando a mi salvador.

—Saca el coche, y recuérdame que te suba el sueldo.—sonríe agradecido.

Negocios de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora