Quien tiene boca se equivoca.

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                     Anastasia.

Megaland se alzaba a nuestros pies. Nuestra empresa brillaba cada día más convirtiéndose en la mejor.
Ando con paso decidido hacia la entrada y entro en el edificio.
Los empleados me saludan amables mientras subo a mi planta y entro en mi oficina. Un enorme ramo de rosas blancas me espera sobre mi mesa de café de Bruno Rainaldi.
Sonrío. Sé de quién son.
Tocan la puerta y Hanna entra.

—Buenos días, señorita Steele. El señor Grey espera para verla.—frunzo el ceño.

—¿Desde cuando pide permiso para entrar?—ella me mira imperturbable.

—Es que no es ese señor Grey, señora. Discúlpeme. Es el señor Carrik Grey.—me tenso. La miro tan perpleja que tiene que asentir para asegurarme de nuevo que es él.

—Que pase, Hanna.—ella asiente y sale de mi despacho.
Respiro hondo y espero que el señor Grey padre entre por la puerta.
Carrik entra por mi oficina segundos después y se posiciona al lado de mi mesa.
Había oído que Christian era tan deslumbrante como su padre, pero nada estaba más lejos de la realidad.
Carrik era de un atractivo frío, daba la impresión de ser un hombre inalcanzable. Christian, en cambio, era puro fuego, muy ardiente, podías acercarte pero su pasión te abrasaría.
Eran dos hombres muy parecidos pero tremendamente distintos.
Me acerco y sorprendiéndolo le doy dos besos.

—Buenos días, señor Grey.—se queda mirándome extrañado pero se recupera rápidamente.

—Buenos días, Anastasia. Llámame Carrik.—asiento.

—¿Quieres un café, o una copa?—pregunto.

—Café estará bien.—asiento y me levanto para prepararlo en la gaggia. Me esmero en prepararlo todo.

—Dígame, señor Grey...

—Llámame Carrik, por favor, Anastasia.—asiento.

—Dime, Carrik, ¿qué te trae por aquí?—pregunto mientras preparo las tazas y el azúcar en una bandeja.

—Os he dado un ultimátum, Anastasia. ¿Qué habéis pensado hacer?—me paro frente a él con la bandeja en las manos y suelto un pesado suspiro antes de dejarla frente a él.—Gracias.—coge mi taza y la pone frente al otro sillón y luego coge la suya.
Ahora veo de dónde le vienen a Christian sus modales impolutos.

—Carrik, ¿por qué haces esto?—me fulmina con la mirada.

—Christian ha traspasado los límites. No tenía ningún derecho ha dejarme como me ha dejado. Sea verdad o no es nuestra vida privada.—gruñe.

—Estoy de acuerdo contigo. Y siento mucho que lo hiciera por mi culpa. Intenté detenerle pero Christian es un gran cabezota.—veo un atisbo de sonrisa en las comisuras de sus labios pero se mantiene serio y frío.

—Sí, es verdad. Siempre traía a su madre de cabeza.—dice con cariño pero rápidamente se recompone.
Contengo la ternura que amenaza con hacerme sonreír.

—¿Sabes lo que creo, Carrik?—me mira con frialdad.—Creo que quieres a tu hijo. Creo que quieres acercarte a él pero no sabes cómo.—entrecierra los ojos mirándome.—Pero Carrik, esta no es la manera. Lo alejarás aún más.—levanta su taza y bebe.

—Anastasia, para nosotros ya es tarde. Yo no me meto en su vida y él tampoco en la mía.—frunzo el ceño.

—No puedo creer que eso sea verdad.—se yergue cuan alto es lleno de soberbia.

—Lo creas o no, nuestra relación es así.—su férrea indiferencia me deja pasmada.

—¿No quieres a tu hijo entonces?—le digo con frialdad. Mis buenas maneras con este hombre acaban aquí.—¿Elliot te importa una mierda y por eso le trataste como a un perro?—aprieta los labios aguantando mi mirada a duras penas.
—¿Sabes? Todo el mundo comete errores. Todo el mundo peca de traidor, de mentir, de hacer daño a personas que quiere. Todos en algún momento de la vida nos vemos perdidos, sacudidos y sin rumbo. Sin saber que hacer.
>>Es de sabios arrepentirse, pedir perdón, intentar arreglarlo. ¿Sabes cuándo no se puede hacer nada? ¿Sabes cuándo los remordimientos te carcomen por dentro con el "pude hacer y no hice"?

Negocios de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora