Dolorosos celos.

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                     Anastasia.

Había pasado el fin de semana recluida en casa. La casa que había alquilado en Bellevuer estaba muy bien, pero yo necesito mi espacio.
La puerta seguía abarrotada de periodistas y yo empezaba a llegar a mi límite.
Mañana tenía la entrevista para la CNN y rezaba para que las cosas se calmaran y dejaran de agobiarme.
Miraba el móvil por millonésima vez. Tenía llamadas de Mia, de Kate, de José, y mensajes para salir. Había respondido con escuetos "Estoy ocupada."
No era verdad. Solo quería lamerme las heridas y revolcarme en mi desgracia. Una desgracia agónica y oscura en la que me había sumergido desde que Christian salió de mi oficina el viernes. Desde que me dedicó esa mirada dolida y asqueada.
Estaba echa una mierda. Ni siquiera había tenido ganas de arreglarme. Llevo dos días en pijama y me había abandonado a la comida basura y al chocolate.
Qué patética.
Esta situación me la había buscado yo y mi mente me atormentaba cada segundo por ello, martirizándome con su recuerdo.
Mi concentración cada vez era menor, mi ánimo estaba por el subsuelo y lo único que quería era llorar.
No había llorado tanto en mi vida.
No por lo que se hablaba de mí, no por que todo el mundo conociera mi historia, ni siquiera por que Christian me hubiese traicionado. Lloraba por la dependiente necesidad vital de tenerle conmigo. De besarle, de acariciarle, de estar en sus brazos.
Me moría sin él y a la vez me odiaba por ello.
Sin saber muy bien por qué, cojo el teléfono y le llamo.

—¿Anastasia?—arrastra la voz como si estuviera recién levantado.

—¿Te he despertado? Lo siento.—le digo apenada.

—No, no estaba durmiendo. ¿Necesitas algo?—me dice amable y yo me deprimo aún mas.

—No...Yo...Solo...—suspiro.—Quiero disculparme por todo lo que pasó el otro día en mi despacho. He estado pensado y me gustaría que nos lleváramos bien ya que seguiremos siendo socios.—suspira.

—Yo también lo siento.—dice desprovisto de emoción.

Christian...—se oye la voz de una mujer en la línea y el mundo cae sobre mí aplastándome contra el suelo.

—¿Estas con una mujer?—no puedo evitar gruñir, no puedo evitar preguntárselo, ni cabrearme, ni puedo evitar el grandísimo dolor que me abre en canal el pecho, ni...
Cuelgo.
Grito hasta que me quedo sin aliento mientras en mi pecho esa grieta dolorosa me desgarra y me doblo en el suelo de dolor.
Mi teléfono vuelve a sonar con una llamada suya y lo estampo contra la pared con todas mis fuerzas haciendo estallar el dispositivo.
—Lo odio, lo odio, lo odio.—rompo a llorar completamente desesperada y me derrumbo en el suelo revolcándome en el fango de mi desgracia.

—rompo a llorar completamente desesperada y me derrumbo en el suelo revolcándome en el fango de mi desgracia

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El timbre de la puerta sonaba y sonaba sin parar trayéndome de mi estado comatoso. Había tenido que recurrir a tomarme un tranquilizante y había caído en combate.
Ya era de noche y mi apartamento estaba a oscuras.
Volví a cerrar los ojos pero el incesante aporreo de alguien hacía temblar mi puerta.
Me levanto perezosa y ando hasta mi habitación.
Luke se encargará de echar a quien sea que haya ahí.
He dado órdenes de no dejar entrar a nadie y he desactivado en ascensor.
No estoy para nadie.
Me arrastro hasta mi cama y me envuelvo en las sábanas.

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