Anastasia.
Me había entretenido organizando mi mudanza.
Taylor me había dado acceso digital y cifrado al Escala y me había asignado tres plazas de aparcamiento al lado de las de Christian. Es un hombre muy profesional y con una férrea tranquilidad y aplomo que me da mucha seguridad. Luke es igual, y es una de las cosas que me gustan de ellos. Apenas se hacen notar y están siempre pendientes de cualquiera de mis necesidades incluso antes que yo sepa que voy a necesitar algo.
Gail es otra maravilla. He organizado con ella una nueva lista de la compra y me ha aconsejado sobre algunos alimentos que me vendrían bien para el embarazo. No he quiero hacer ningún cambio más en su modo de trabajo puesto que ya el tenerme allí son muchos cambios por ahora.
Para cuando estemos en nuestra nueva casa sí que pondré mi propias normas.
Las normas de Christian están bien por ahora.
Había aparcado el tema "Apellido" a un lado mientras intentaba que los de la mudanza trataran con sumo cuidado mi ropa.
¡Es mi ropa!
Hay invertido más dinero en mi armario que lo que ellos ganarán en toda su vida trabajando.—Señorita, tranquilícese. Todo llegará intacto.—fulmino con la mirada al mozo vestido con un horrible uniforme color café con una descomunal barriga. Me estaba empezando a cabrear de verdad.
Todos la mañana de ajetreo y estos cabrones me están vacilando.
Lo veo en sus caras.
"Pobre niña rica", oí decir a uno.
Me estoy conteniendo para no mandarlos a todos a tomar por culo.—Más les vale que todo llegue intacto. Si no es así, me ocuparé personalmente de que no vuelvan a descansar de subir y bajar cajas hasta que hayan repuesto los destrozos. Y le puedo asegurar, que tendrán que hacer muchas mudanzas para poder pagar uno de mis vestidos.—el hombre me mira con los ojos abiertos de la sorpresa.
—Descuide, señorita. ¿Dónde quiere que dejemos sus pertenencias?—dice con una excesiva amabilidad que me saca de quicio.
Relájate, Anastasia.—Al ático del Escala. En la quinta avenida.—asiente con una expresión de burla bien disimulada.
Oigo un golpe y me giro hacia otro de los trabajadores que le casi tira mi lámpara de Peter Sainz al suelo.—Sabemos donde queda, señorita.—asiento ignorándolos, estoy empezando a notar el agotamiento mental que todo esto supone.
Dios mío, dirijo un imperio con más de veinte mil trabajadores y ninguno de ellos se atrevería a hacer algo que me cabreara, sin embargo esto hombres me están llevando al límite a consciencia.
Uno de los mozos coge una maleta y unas cuantas fundas de trajes con el otro brazo haciéndolos una bola.
Me tapo la cara con las manos.—Reina.—suspiro de alivio al oír su voz. No sé por qué, pero joder, como me alegra verle.
Después de todo este alboroto necesito que él esté aquí conmigo.
Me vuelvo y me tiro a sus brazos.
Contengo las ganas de llorar.
—¿Qué ocurre?—niego y respiro hondo intentado calmarme. Frunce el ceño y levanta la vista por encima de mi cabeza y atraviesa con la mirada a los trabajadores.—¿Aún estáis así?—dice con voz fuerte y siento como todo se queda en un siniestro silencio.—.Quiero todo esto en su destino para las cinco de la tarde, más vale que pongas a tu equipo a trabajar de verdad si no quieres que llame a tu jefe y le diga que no vais a ver ni un centavo.—empieza a decir sin levantar la voz pero con una fuerte autoridad.—.Y por el amor de Dios.—me suelta y va hacia el asesino que tiene las fundas de mis vestidos de fiesta en la mano echa un higo.—.Trata la ropa de mi mujer con cuidado. No son trapos de mercadillo.—el hombre baja la mirada avergonzado.
Asiento satisfecha mirándolos a todos.
¡Ese es mi hombre!
—Desde ya contáis con unas malas referencias de nuestra parte. ¡No estáis moviendo sillones rotos, ni muebles viejos, joder!—va hacia la mesita donde mi lámpara de novecientos dólares está ladeada. El mozo da un paso atrás al verle cerca y lo mira aterrado mientras Christian la pone en el centro de la mesa correctamente.—.¿A qué estáis esperando?—alza la voz y un fuerte estallido de actividad se forma en mi habitación con todos estos hombres haciendo "por fin" bien su trabajo.
Frunzo en ceño al encargado con una mala hostia que me quema por dentro.
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Negocios de amor
FanfictionAcostumbrado a hacer lo que él quiera, nunca había oído un "no" por respuesta. El empresario más joven y exitoso de los Estados Unidos encuentra el amor entre negocios, secretos, y ambición convirtiéndose en una peligrosa obsesión. Los personajes pe...