Arriesgate.

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Sonreía como un idiota mientras la llevaba de la mano por el aeropuerto JFK hasta la sala de embarque VIP.
Ella hablaba por teléfono con su asistente dándole instrucciones para la semana que entraba.
Era muy perfeccionista. Muy meticulosa en el trabajo y no dejaba nada suelto.
En mi cabeza daba vueltas una y otra vez nuestra situación actual.
Aún no podía creerlo.
Habíamos terminado la tarde de ayer haciendo el amor en la cama. Aún podía sentirme dentro de ella. Yo había volcado en ella todo de mí y ella me lo había devuelto con una intensidad abrasadora.
Nuestros sentimientos estaban ahí, expuestos. Las cartas estaban sobre la mesa y ya no había nada que ocultar.
Ella no había dicho claramente "sí" a mí propuesta de matrimonio, pero en sus ojos brillaba el amor hacia mí y eso era más que suficiente por ahora.
Si mi mujer quería romanticismo yo estaba supuesto a dárselo.

—Estoy deseando llegar y ver los avances que han hecho Fred y George con las carcasas solares para móviles.—me dice y yo sonrío.

—Las acciones de nuestra empresa han subido y aún no hemos lanzado ningún proyecto.—sonríe y asiente.

—Creo que la gente está apostando por nosotros más que por lo que vendemos.—estoy de acuerdo.—Había pensado que sería bueno que hicieramos algún reportaje juntos en el que habláramos de los que es Megaland y lo que fabricamos. Llámalo un empujón mediático.—dice pasándole su pasaporte a la azafata que se sonroja al mirarme y baja la mirada.
Ana la mira seria y devuelve su atención a mí.
Sonrío ampliamente al verla celosa y me inclino para besar sus labios para que vea que solo ella me interesa.
Andamos por el pasillo cubierto que nos conduce hacia la salida dónde el personal del aeropuerto nos espera para conducirnos a nuestro avión.

Acomodados en los cómodos sillones de uno de los cinco aviones que posee mi empresa y a cincuenta y dos mil pies de altura estabilizados en el aire me vuelvo a hacia ella y la miro. Repasa un contrato en su portátil totalmente concentrada y frunciendo ligeramente el ceño mirando la pantalla de su MacBook Pro Air.

—¿Quieres comer, Ana?—asiente lentamente sin dejar de mirar la pantalla.
Llamo a mi azafata y está viene rápidamente con una enorme sonrisa en los labios demasiado rojos.

—Que desea, señor Grey.—canturrea.

—Prepáranos el almuerzo, Coraline.—ella asiente y se marcha a toda prisa.

—Vaya, ¿hay alguna mujer que no caiga bajo tu embrujo?—gruñe Ana y yo la miro con una sonrisa inocente que la hace sonreír.—No, no la hay.—murmura y vuelve a su pantalla.

—Lo dice la que me dio calabazas dos veces.—se ríe con suavidad.

—Olías a peligro, cariño.—dice encogiéndoselo de un hombro con una dulce sonrisa.—Sin embargo todos mis esfuerzos han sido en vano.—sonrío.

—Te perseguiré hasta la saciedad.—sonríe y deja el portátil sobre la mesa volviéndose para mirarme.

—Sabes que soy muy difícil.—dice casi descorazona. Tiro de ella y la monto en mi regazo.—Sabes que me gusta el control en mis relaciones, Christian. No es tan fácil...

—Lo sé. Habíamos acordado un reparto equitativo de poder y nos está yendo bien. Eso no tiene por qué cambiar, nena. Ademas, hasta ahora no hemos necesitado nada de eso.—asiente.—¿Qué es lo tú que deseas, Anastasia? Dímelo y te lo daré.—ella baja la mirada y la vuelve a levantar.

—Quiero estar contigo.—dice en voz baja. Me inclino y le doy un beso de esquimal.

—Soy tuyo.—respondo.

—Christian, hay cosas que tú no vas a aceptar.—dice con cautela.

—¿Cómo qué?—pregunto y ella suspira.
—Pongamos las cartas sobre la mesa, Ana. ¿Qué es lo que quieres tú? Te he dicho que te quiero, que quiero casarme contigo. Tendremos la familia que quieres, estoy dispuesto a todo por ti. Pero dime que es lo que tú quieres de mí.

Negocios de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora