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Por la tormenta de anoche, me llegó a través de e-mail, la notificación de que hoy no se impartirían clases ya que, debido a la cantidad de lluvia que había caído, el campus estaba completamente inundado e, incluso, el agua había entrado un poco en los salones, por lo que tenían que limpiarse antes de que los alumnos pudiéramos volver a ir. En resumen, no piso ese edificio hasta el lunes por la mañana. El trabajo que era para hoy lo mandé por el mismo medio por el que me llegó el aviso y, por el resto de la mañana, me la pasé leyendo y dibujando cómodamente en mi habitación. 

Solo salí de mi cuarto para ir a preparar mi almuerzo, el cual consistió en una ensalada de tomate, lechuga, cebolla, queso y palmitos y, de ahí, me dirigí a mi trabajo. 

Aunque la lluvia mitigó, no lo hizo así el frío, por lo cual opté por ponerme una camiseta de manga larga negra debajo de una chaqueta de cuero azul y negra con cierre ladeado, vaqueros negros a la pierna, botas de goma negras con una calavera al costado y mi gorra negra. Simple y abrigado, perfecto para un día tan gris y otoñal. Mientras pedaleo, el olor a ozono y tierra mojada inunda mis sentidos, haciendo que una sensación de bienestar y tranquilidad se abra paso en mi ser y me relaje aún más de lo que ya estoy; iniciar mi día sin mis padres es casi una bendición para mí, es sinónimo de calma y paz.

En tanto pedaleo para llegar a horario a mi trabajo, paso por las calles mojadas, viendo las consecuencias del clima de anoche: charcos y lagunas formadas en los campos y zonas de pasto, ramas caídas, cables cortados, estoy segura de que los encargados de la limpieza y mantenimiento del pueblo tendrán gran cantidad de trabajo en cuanto el clima permita que comiencen con su labor. 

El agua acumulada en los pozos y demás hundimientos del asfalto me salpican un tanto las botas y el pantalón a medida que avanzo, pero no le doy importancia, como dije, solo es agua y se secará. Solo espero que a Jason no le importe que moje un poco el suelo al caminar, lo limpiaré, sin embargo, no me traje un recambio de zapatos y no puedo evitar el dejar huellas mojadas en él en estas condiciones. 

En fin, en cuanto freno delante de la fachada del negocio, me bajo, encadeno la bici como siempre al poste y me adentro en el local. Un trapo de piso se encuentra junto a la entrada, lo cual agradezco y seco con rapidez la goma sobre la que apoyo. Una vez listo, me acomodo tras el mostrador como siempre y me sorprendo de volver a ver a Mr. Bunny junto a la registradora. 

-¿Qué haces aquí, amiguito? ¿No deberías estar en tu lugar allí arriba?

Me siento un poco tonta hablándole a un conejo de peluche, un ser inanimado, no obstante, nadie puede verme o escucharme, por lo que esa tontería quedará para mi intimidad. O al menos eso es lo que creí hasta que, esa profunda y vibrante voz, se escuchó a mi espalda. 

-Él quería estar más cerca tuyo, decía que no podía verte bien desde su ubicación y me pidió que lo cambiara de puesto para estar a tu lado. 

A la velocidad del rayo, mi mirada pasa del peluche multicolor al dorado intenso de los iris del pelirrojo. Su acostumbrada sonrisa tranquila está, como siempre, dibujada suavemente en sus labios, su pelo rojo como la sangre está un tanto húmedo, dándome a entender que se ha duchado hace poco y en sus manos aún hay un deje de color escarlata, pruebas de que ha estado trabajando, creo. 

-Buenas tardes Jason. 

-Hola Queen, ¿qué tal te trató la tormenta? 

-Salvo por el corte de luz, el resto nada fuera de lo normal. 

-¿Enserio? Interesante... 

Su mirada parece calculadora, como si supiera algo y no quisiera decirlo. No es posible que esté enterado de lo que pasó anoche, ¿o sí? No, es imposible, nadie lo sabe y, para mí, no fue más que una alucinación, un producto de la sugestión de mi mente debido a mirar demasiadas películas de terror a lo largo de mi existencia. 

El JugueteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora