27º

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-Eso es todo, alumnos, los veo la próxima clase. Pueden irse. 

Juro que casi puedo escuchar un suspiro colectivo de agradecimiento, cuando esas palabras salen de la boca de la profesora de griego. El sonido multitudinario  de las sillas al moverse, es el claro indicativo de que cada chico en este salón quiere huir de aquí y no es para menos, pues la clase ha sido de lo más aburrida; las tragedias griegas, definitivamente, no son para todo el mundo y yo estoy en ese grupo, en el de los que no las soportan. Pero bueno, son gajes de la carrera que hay que soportar; por suerte solo es un año que se cursa esa materia. 

Cuando ya el noventa porciento de la clase se ha ido del aula, finalmente me pongo de pie y enfilo hacia la salida; Ericka no vino porque está en cama con dolores por la menstruación (y dicho sea eso, a mí me debe de estar por venir en estos días), así que estoy en solitario, lo cual no me molesta en absoluto porque, como dice el dicho, mejor sola que mal acompañada y estoy acostumbrada a estar sola. 

Como sea, mientras paseo por el pasillo rumbo al patio para pasar la hora que tengo libre en el terreno verde de la universidad, voy peleándome con los auriculares para poder desenrredarlos, tratando con todas mis ganas de ignorar esa mirada pesada que siento sobre mí. 

Es sumamente molesto, todo el día la he sentido clavada en mi nuca, mas cada vez que buscaba de dónde venía, no encontraba a nadie observándome, salvo en una sola ocasión: en la hora de literatura alemana, se me dio por mirar hacia mi izquierda y me encontré con dos pares de ojos contemplándome en lugar de al profesor que explicaba en el frente sobre uno de los libros del programa, que trataba sobre el holocausto. 

Ese azul-grisáseo, tan fijo sobre mi persona, me resultó en un escalofrío por mi columna, lo cual me hizo reaccionar mirándolo de mala manera, casi como una amenaza silenciosa. ¿Y a éste qué le pasa? ¿Su madre no le dijo nunca que es de mala educación observar a las personas de manera tan penetrante y por tanto tiempo? Si no lo hizo, debió, porque sé que ha sido él el que me ha estado contemplando en silencio. Todas mis clases de hoy las he compartido con Zack, y no hubo segundo del día en el que no lo notara, que no sintiera sus pupilas como láseres sobre mi nuca o costado. Esto cada vez se vuelve más y más incordioso, sacando mi paciencia fuera de mi persona a marchas forzadas.

He intentado esquivarlo, todo el puto día he tratado de evitarlo, mas no tengo idea de cómo es que lo hace, sin embargo, todas y cada una de las ocasiones, ha vuelto a aparecer en algún lugar cercano, haciéndose presente con la molesta y desquiciánte mirada fija en mí. Juro que, en cualquier momento, perderé los estribos y le arrojaré el primer objeto contundente que tenga a la mano como no pare.  

En cuanto llego a la parte verde, me siento bajo un árbol, conecto los auriculares que finalmente conseguí desenredar y me recuesto contra el tronco, cerrando los ojos e intento despejar mi mente. "Dollhouse" de Melanie Martinez (multimedia) suena en los cascos, haciéndome pensar automáticamente en mi juguetero y mi primera creación: quizás necesita compañía, una familia que la acompañe en su perfección silenciosa y eterna. Un papá, una mamá, quizás un hermano... ¿quiénes podrían ocupar esos puestos? 

Mis ojos se abren de golpe al darme cuenta de la realidad, de lo que estoy haciendo: imaginando quiénes podrían ser mis próximas víctimas como si fuera un mercado de carne. Tras mis párpados pasaron muchas personas que conozco del pueblo y de las ciudades anteriores, gente inocente que no me ha hecho nada, personas que quizás solo he visto una vez en mi vida, sin embargo, que su rostro me ha quedado grabado en la mente y los imagino como muñecos... Lo peor fue ver a mis padres en esa lista; ¿es que quiero lastimarlos de forma inconsciente? No... Ellos tienen sus cosas, es verdad, me dejan sola muchas veces, arruinan mis pertenencias, tratan de imponerse sobre mi vida demasiado más de lo que deberían, no obstante, yo sé que lo hacen porque me quieren (en parte). No quiero herirlos...

El JugueteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora