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-¿Por qué están aquí? Estoy casi segura de que es peligroso el que nos vean juntos.

-Puede ser, pero tu pacto de sangre no nos nombra, por lo que no debería ser letal para ti el que hablemos. Somos amigos, después de todo, no tiene nada de malo. ¿A caso Zalgo va a castigarte solo por tener conversaciones con otros asesinos? No somos Jason, él no dijo nada sobre otros como nosotros. 

-Eso es verdad, solo te prohibió tener contacto con él, no nosotros. 

-Eso no puedo negarlo. 

Suspiro y dejo el pesado martillo sobre el suelo, sentándome sobre él mientras observo a ambos terminar de acercarse. Hace tiempo que no los veía, no estoy segura de cuándo fue la última vez que estuvimos en el mismo espacio, y menos los cuatro juntos; ya los extrañaba. Los cascabeles de C.Pop suenan con cada paso, devolviéndome un poco a mi pasado tranquilo, a ese donde mi única preocupación era mi familia loca que intentaba cambiarme, mi carrera, mis amigos y, por supuesto, mi amado Jason y no puedo evitar anhelarlo, ansiar volver atrás, mas eso no hará que pase, no hará que el tiempo retroceda, tengo que aceptarlo y buscar una solución, no lamentarme. 

-Por la sangre sobre ti, diría que has estado ocupada. 

-No más de lo usual, al menos el trabajo me mantiene con la cabeza ocupada y no pensando en la estupidez que hice y, además, me permite alejarme un rato de ese maldito infierno de estúpidos demonios y el ojo vigilante del demonio mayor. Juro que hasta me da cosa ir al baño por temor a que me observen. Es totalmente insoportable. 

-Comprensible, supongo que quiere asegurarse de que cumplas sus normas.

-No quiero morir, por lo que obviamente voy a cumplirlas, no necesito que esté al pendiente como mamá con su nene de dos años. Lo único bueno es que tengo tiempo para mí, no está molestándome físicamente a cada momento y tengo mis horas para practicar con mi nuevo cuerpo. Domino ya mi fuerza y la mayoría de mis habilidades, sin embargo, la forma humana me está costando más de la cuenta. Ansío volver a ver mi cabello blanco y mis ojos azules, ser un arlequín gótico las veinticuatro horas del día se está volviendo demasiado monótono para mí y llamo demasiado la atención para mi gusto. Sin ofender...

El payaso colorido se ríe y niega con la cabeza restándole importancia, porque sabe que mi apreciación no va contra él sino contra la apariencia que me ha dado Zalgo que, obviamente, es gracias a su retorcido sentido del humor, y simplemente nos quedamos en silencio por unos segundos en lo que los veo a ambos sacar golosinas y empezar a comérselas como si fueras niños. No hay nada qué hacer al respecto, como ya dije, son niños pequeños en el cuerpo de asesinos estrambóticos, ¿qué les voy a decir?

-Así que, básicamente, odias tu vida actual.

-Quizás, pero fue mi decisión y lo hice por lo que creí que era la opción correcta. Ahora veo que fui manipulada para pensar así; me siento tan estúpida como las chicas de las películas de terror que escuchan un sonido en la obscuridad y van a ver qué es en lugar de alejarse o de los libros rosas para adolescentes donde hacen algo muy estúpido para salvar al chico que les gusta, sin decírselo a él, y solo lo empeoran más. En retrospectiva, quizás actué exactamente así, tal y como dije que jamás haría y me decepciono yo misma. No quiero sonar egocéntrica, mas hice esto para evitar que Zalgo matara a Jason y así ya no sufriera por eso y, en su lugar, creo que la situación que eso generó al estar separados, incomunicados, con la posibilidad de que yo muera y todo lo demás que esto conlleva, es aún peor.

-No eres egocéntrica, eso pasa cuando uno está enamorado y el pelorrojo lo está al igual que tú, por eso ambos están sufriendo y Zalgo optó por éste pacto y no el matarte. Así consigue que el dolor se amplíe y perdure. 

El JugueteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora