23º

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Un mes ha pasado, un mes desde que conocí a los dos payasos amigos de mi juguetero y, aunque suene aburrido, no ha pasado mucho que sea "interesante". Con Jason seguimos avanzando con nuestra extraña relación, los bufones han aparecido un par de veces (nos llevamos bastante bien para que sean un par de asesinos psicópatas) y mis padres han estado muy tranquilos últimamente, demasiado, lo que me llama poderosamente la atención, ¿qué les estará pasando? ¿Debería preocuparme? Casi ni los he visto esta semana y mi madre no ha intentado nada raro en cuanto a sus rutinas casi diarias contra mi ropa y demás... Es muy extraño. 

Sea como sea, no me preocupa en realidad, sino todo lo contrario, me permite relajarme y estar tranquila de que la caja está segura en su escondite bajo mi cama. Cada noche, cuando estoy completamente segura de que mis progenitores duermen, reviso que siga en su lugar y que nada le haya pasado. Esa caja se ha vuelto mi más grande tesoro. 

Hoy siendo lunes, debo retomar mi rutina y es por eso que estoy ahora frente a la reja de la universidad, entrando mi bici para poder engancharla e ir a clases. Estoy cerrando el candado, cuando unas zapatillas azules y negras aparecen en mi campo de visión, unas vans para ser más precisa, lo que me dice al instante quién es: Ericka. Adora esos zapatos y se los pone casi con todo, por lo que no me es difícil identificarla gracias a ellas. En cuanto me pongo recta, noto su gesto de contención, como si estuviera reteniéndose de hacer o decir algo que quiere soltar con ansias, mas se refrena ante mí. Suspiro y le hago una seña para que suelte la lengua, porque sino sé que va a explotar. 

-Lo que tengas que hacer o decir, hacelo ahora antes de que explotes. No quiero tener que ponerme a barrer tus restos y tripas cuando estalles.

-Muy graciosa.

-Lo sé, soy toda una comediante, ahora suéltalo de una vez.

-Está bien, está bien, le quitas lo divertido a la vida mujer. Como sea, acabo de escuchar un rumor: un chico nuevo se mudó a la casa que está a tres de la tuya y, por lo que dicen, es muy sexy. No lo he visto aún, sin embargo, todas las chicas están como locas por él, sobre todo ahora que Lyla no está para reclamarlo y todas quieren acercársele. Incluso Joshan está celoso porque parece que le ha quitado el puesto se "sueño húmedo" de la población femenina joven del pueblo y alrededores.

-¿Y eso a mí me importa porque...? ¡Ah! Espera, es cierto, no me interesa.

-Aveces me pregunto si tienes sangre en las venas. 

-Me las cortaría y te mostraría, no obstante, hay dos problemas con eso. Primero, que no tengo ni vendas para hacerme un torniquete y tapar la herida, ni hilo y aguja para coserme, por lo que no lo haré porque no me interesa suicidarme, y segundo, que ahora tenemos clase y no tengo ganas de aguantar a la profesora Pickels chillando de horror porque mi brazo parecería salir de una película de terror. 

-Tu sentido del humor aveces es demasiado obscuro.

-También lo sé y estoy orgullosa de eso. 

Mi rubia amiga pone los ojos en blanco y nos encaminamos hacia el salón donde nos toca ahora, acomodándonos en los asientos del final, alejándonos de los demás para tener nuestra paz durante las dos pesadas horas de teórico que nos toca. Como todas las veces, saco mi cuaderno de dibujos y, lápiz en mano, empiezo a trazar líneas sobre el papel hasta que, lentamente, éste empieza a tomar forma y, cuando me quiero dar cuenta, L.Jack está frente a mí, de perfil, mirándome de reojo, con esos dientes de punta asomando de una sonrisa de labios negros.

Jack está frente a mí, de perfil, mirándome de reojo, con esos dientes de punta asomando de una sonrisa de labios negros

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