-Ahora sostén firmemente el hilo, que no se mueva, debe quedar tenso sin nudos, bien ajustado alrededor. Eso es, así está perfecto. Ahora, da las últimas puntadas y ya quedó.
Obedezco su directriz y uso la aguja para coser los últimos puntos que cierran la larga línea que separaba ambas partes. Cuando doy el último tirón para ajustar todo, hago el nudo y corto el hilo sobrante, admirando mi primera obra: una muñeca de cabellera color chocolate, piel aceitunada y ojos de color verde apagado, con un delicado y fino vestido de color celeste pastel y zapatos blancos. No es mucho más grande que mi torso y tiene hilos saliendo de diferentes puntos de su anatomía, por lo que es lo que se denomina como marioneta. También está articulada y casi parece viva... Así es, casi, porque ya no lo está.
Síp, acabo de crear mi primera muñeca con la ayuda del juguetero y éste mi mira con una sonrisa de orgullo y, por si no quedó claro, Lyla fue la base para dicha muñeca. Así es, me decidí a aceptar ayudar al pelirrojo, ayudarlo a crear un mundo más perfecto y hermoso.
Con cuidado, Jason toma entre sus dedos el soporte para manipularla y la coloca junto a las demás, alejándose para contemplarla al completo en perspectiva a las demás a su al rededor.
-Ha quedado excelente para ser tu primera vez, te felicito. Tienes buena mano.
-Te lo agradezco.
-Por nada; ahora, ¿qué te parece si vamos al primer piso y sacias tus dudas que seguramente te quedan?
-Sería interesante, hay algunas cosas que me gustaría que me contaras.
-Será un placer. Después de ti.
Se hace a un lado de la puerta, abriéndola mientras realiza una reverencia y sonrío divertida, caminando junto a él hacia fuera del taller al lugar donde sé que están las escaleras hacia su casa. Como las luces están prendidas, no necesito que me lleve esta vez, por lo que simplemente entro en el hueco que se eleva y subo los peldaños uno por uno hasta llegar hasta la puerta que, como esperaba, está abierta. Al ingresar, el calorcito de la chimenea encendida me envuelve, haciendo que suspire de gusto y me quite las botas que traía puestas, disfrutando de la alfombra que hay frente al fuego antes de sentarme en el sofá.
-¿Quieres algo para tomar?
Giro la cabeza sobre mi hombro, por encima del respaldo, para ver al pelirrojo entrar en la estancia con toda la tranquilidad del mundo, una del tipo de quien sabe que acaba de hacer algo bien y se siente orgulloso de ello.
-Sería lindo, gracias.
-¿Té como la última vez?
-No, esta vez prefiero un chocolate, si no te molesta.
-En lo más mínimo, ahora te lo traigo.
Una sonrisa tranquila se forma en sus labios antes de voltearse hacia la cocina y yo me hago un ovillo entre los cojines, cubriendo mis piernas con la manta sobre el mismo. Un suspiro de gusto se escapa de mis labios y relajo mi cuerpo, bajando mis párpados y disfrutando de la sensación de paz que me embarga completa luego de lo que hice hace poco. Creo que debería sentirme mal, quizás arrepentida, básicamente acabo de matar a una persona, no obstante, esas emociones no asoman siquiera el copete por mi mente, sino todo lo contrario.
El aroma dulce llega a mi nariz antes de que la voz ronca de mi juguetero me advierta de su cercanía, haciendo que yo también sonría ahora. Al abrir los ojos, me encuentro con sus dorados iris observándome con las luces móviles de las flamas reflejándose en ellos y haciéndome sentir rara, pero en el buen sentido. Él me ofrece una de las tazas que trae en sus manos.
-Aquí está, espero que te gusten los malvaviscos.
-Sí, son deliciosos. Me encanta lo dulce.
-Me haces acordar a un par de amigos con eso.

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El Juguetero
De TodoQue tus viejos no acepten quien sos porque no vas con su onda, es realmente molesto. Yo sé que no me odian, me aman, pero lo que he elegido para mí (algo completamente opuesto a su vida y creencias hippies) no es de su agrado en absoluto y es muy pe...