El lugar es más o menos lo que me esperaba, aunque quizás un tanto más tranquilo que lo que vi en mi primera y única experiencia. Puede que sea por dos razones, primero por lo que dijo Ericka del pueblo y, segundo, por el hecho de que esa fiesta fue en la casa súper grande de uno de los chicos de mi antiguo instituto; ahí había de todo, con la música a todo lo que daba, alcohol, drogas y todo lo que se puedan imaginar. Lo que dicen de las fiestas de fraternidades en las películas estadounidenses eran algo muy similar para describir el desmadre que era esa noche.
Aquí es más tranquilo, la rubia había tenido razón, esto es más aceptable, al menos aquí se puede hablar sin romperse las cuerdas vocales. Aunque eso no hace que la situación sea mucho más cómoda: si bien no veo a la mayoría drogándose, hasta el culo de alcohol o teniendo casi sexo en público, eso no implica que la gente no esté tomando y bailando tan pegado que la ropa se quemaría por la fricción si lo hicieran más intenso.
A penas entramos, el aroma a sudor y a alcohol me llega directo a la nariz y me hace fruncirla por la molestia, hasta que pasan un par de segundos y me adapto. En cuanto mis ojos también se acomodan a la poca iluminación, puedo notar que hay una gran pista de baile en el centro del edificio, una barra a la derecha, mesas repartidas por los costados de manera que no obstruyan a los bailarines y, en lo alto del lugar, al fondo del local, una escalera que lleva a la cabina alzada contra el techo que imagino que es la del DJ.
Me esperaba algo mucho peor, sin embargo, no es insoportable; la música que suena no la reconozco, no obstante, no me molesta tampoco, no es de esas monótonas del mismo ritmo todo el tiempo o de letra tan estúpida que te sorprende que alguien llame a eso música. Por el contrario, es bailable y tiene buena melodía, casi siento el impulso de mover, aunque sea, la cadera a su paso.
-Vamos a la barra tengo sed y es mejor para entrar en ambiente.
-Recuerda mis condiciones.
-Sí, tranquila, no soy muy bebedora.
-Eso espero o te quedas sola, ya lo sabes.
-Sí, sí, sí, doña mandona. Ahora vamos, es hora de divertirse.
Agarrándome la muñeca, tira de mí hacia la barra como había dicho y terminamos pegadas a la madera, esperando que el barman nos note para poder pedir. Mirando a mi alrededor mientras esperamos, puedo notar que no la he errado con mi vestuario, lo que explicaría el por qué Ericka no dijo nada al verme: la mayoría va como yo, vestido de vaqueros y zapatillas; algunas chicas van en falda y tacones, pero no demasiadas, muchas han optado por la comodidad como en mi caso y se las ve con shorts, pantalones ajustados o faldas, solo que informales y con zapatillas, botas o sandalias bajas en lugar de tacones. Es gratificante el ver que me equivoqué en cuanto a qué esperar, al menos por el momento. Esto es CASI agradable.
Finalmente mi amiga rubia consigue llamar la atención del barman y le pide dos cubas libres; no soy bebedora, no es algo que me enloquezca ni mucho menos, mas eso no implica que no tomo de vez en cuando, una vez cada tanto no está mal. Una vez con los tragos en las manos, nos encaminamos hacia una mesa que hay cerca de la escalera que vi antes, donde puedo ver a un par de chicos y una chica más, tomando y charlando. Eso, automáticamente, me hace volver mis ojos acusatorios hacia la rubia a mi lado, la cual me devuelve la mirada con aire inocente.
-Son mi prima Jen y mi primo Luka y un amigo de ellos, Mitch. Vinieron de visita y querían salir.
-Y si tenías con quién venir, ¿por qué demonios me arrastraste aquí?
-Bueno, yo no quería estar sola.
-¿A qué te refieres?
-A que, siempre que vienen, termino sola o como sujetavelas. Jen y Mitch se gustan, a pesar de que no aceptan la idea de estar juntos, no me preguntes por qué, porque no tengo ni la más remota idea. Aun así, cada vez que salen de fiesta juntos, se la lían en algún rincón. Y en cuanto a Luka, es un mujeriego de primera que, a penas ve una falda corta, se olvida de la existencia del mundo fuera de lo que hay debajo del cacho de tela. O sea, en resumidas cuentas, es como venir sola, por eso te necesito, no me abandones ahora, por favor.
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El Juguetero
RandomQue tus viejos no acepten quien sos porque no vas con su onda, es realmente molesto. Yo sé que no me odian, me aman, pero lo que he elegido para mí (algo completamente opuesto a su vida y creencias hippies) no es de su agrado en absoluto y es muy pe...