El Juguetero

40º

La voz que me llama me dice quién es quien ha venido por mí y me volteo, encontrándome en la puerta que supe que es el baño, y ahora está azul, al payaso monocromático.

-Al fin, ¿qué pasó? ¿Por qué tardaron?

-Lo siento, estábamos ocupados cuando llamaste, tuvimos que reunirnos de nuestras actividades para poder hacer esto, porque Jason no podría solo.

-Bueno, me alegro que sean los tres, porque afuera, está mi perro guardián recientemente asignado, que no es otro que Slenderman. Está esperando afuera a que mate a ésta familia.

-¿Qué? ¿Por qué?

-¿Por qué qué? ¿Por qué tengo que matarlos o por qué tengo al espermatozoide vestido de gala como vigilante?

-Ambas, pero ahora que lo pienso, supongo que eso no importa en éste momento. Eso solo es una complicación, tenemos que hacer esto rápido entonces.

-Sí, es verdad, sin embargo, antes de irme, voy a cumplir con esto, aunque solo a medias.

-¿Por qué? ¿No que no matabas inocentes? ¿Qué hizo ésta familia y por qué a medias?

-Porque el único que se merece morir es el marido; vendió a su familia a Zalgo por riquezas y él quería que lo asesinara luego de matar a su mujer e hijas frente a él. No voy a matarlas, no obstante, sí que ese maldito se merece que lo despedace, y eso es lo que voy a hacer. Además, si no lo hago y dejo que ellas escapen, Slender las asesinará de forma horrible o matará a la madre y se quedará con las niñas. No puedo dejar que ese idiota se lleve a las niñas para hacerles quién sabe qué.

Aunque al principio no lo reconocí, a medida que pasaron los minutos, mi mente trajo a mí, todo lo que estuve investigando del mundo de los asesinos como Jason o lo payasos, y recordé que existía la leyenda sobre un hombre trajeado, alto, delgado y sin rostro, que se llevaba a los niños. Obviamente, no hay otro que encaje mejor con esa descripción que el farol parlante, por lo que no me costó nada unir los puntos y llegar a la conclusión de que, si no se van, él se llevará a las hijas y le quitará al vida a la madre. Ya han sufrido demasiado como para que permita algo así.

-Está bien, entonces hagamos esto rápido. En cuanto entres en el taller, todo pasará rápido, cerraremos la puerta y tu morirás, así que cuando despiertes nos verás a nosotros.

-Eso espero, estoy a punto de intentar aplastar al infeliz del demonio con mi martillo, me saca de quicio.

-No serías la primera en sentir ese impulso asesino hacia él, así que, bienvenida al club. Ahora vamos, hay que hacer esto para poder irnos.

Asiento silenciosa y vuelvo a encararme a la habitación, entrando en ella directo hacia la cama doble y, ésta vez sin ceremonias ni silencio ni nada, agarro al desgraciado por el cuello y lo alzo en el aire, lo cual lo hace despertarse de forma abrupta e intentar liberarse de lo que le cierra el flujo de aire. No va a poder.

En cuanto me ve, su terror aumenta, al igual que sus inútiles intentos de escapar de mi agarre, pues simplemente lo arrastro por el pasillo hacia el salón donde dejé a las mujeres y, en cuanto llego hasta ellas, lo arrojo justo al centro de la estancia sin ningún cuidado, notando que el impacto le roba el aire de los pulmones.

Las pequeñas, al verlo, gimotean, mas permanecen en silencio igual que la madre y simplemente observan al tiempo en que él se recompone como puede. Nota la presencia de ellas, no obstante, en lugar de mirarlas, se centra en mí. No es tan imbécil, sabe de parte de quién vengo y para qué, o al menos, eso es lo que él cree, porque no voy a llevármelas, sino que me llevaré su miserable vida.

-No tengo que dar explicaciones, ¿no es así?

-No...

-Bueno, mejor, eso simplifica las cosas. Hay una deuda que debe ser saldada y va a hacerse ahora, ¿algo que decir al respecto? ¿Unas últimas palabras para tu familia?