El Juguetero

28º

Pov ominsciente:

Dando unas puntadas finales, el pelirrojo deja al animalito de peluche con cuidado sobre la mesa, revisando que ya esté todo normal y que haya recuperado por completo su forma original. El moño vuelve a adornar su pequeño cuello y el suave pelaje negro fluye ininterrumpidamente a todo lo largo del estilizado cuerpo felino. No pasa mucho hasta que el gato abre sus dorados ojos y se pone en pie con lentitud, como si probara su equilibrio de a poco. En cuanto se siente estable, se acomoda en su posición normal con la cola a su alrededor y observa a su amo silenciosamente por un momento, antes de bajar la cabeza sumisamente, avergonzado por lo ocurrido.

-Lo siento mi Señor, casi fallo.

-Puede ser, pero no lo hiciste, diste todo por mantenerla a salvo y por eso es que no estoy molesto contigo. Me he dado cuenta de que la cosa es peor de lo que esperaba y de que necesitarás más ayuda para poder protegerla, así que he agregado mayor fuerza a tu cuerpo, dureza y resistencia. Espero que eso sea suficiente, por el momento, sin embargo, también mandaré a un par más de tu hermanos para que te ayuden en caso de que esto ocurra de nuevo, porque pasará, dalo por hecho. Zalgo ha decidido usar a Queen para hacerme daño y, como mi compañera, debo protegerla, evitar que pueda dañarla. Nada puede pasarle, menos solo por el hecho de estar conmigo.

Mientras habla, se pone de pie y se acerca a la joven que descansa sobre la mesa de trabajo: está inconsciente y tiene una herida en la frente, no obstante, ésta ya está curada y con sutura. Con su experiencia y mano experta, los puntos son mínimos y sumamente delicados, por lo que no cree que vaya a quedar cicatriz. Con delicadeza, alza su mano y pasa los dedos entre las suaves y blancas hebras del cabello de la muñeca viviente, admirando su belleza silenciosa que no ha quedado en absoluto eclipsada por su herida reciente.

De un momento a otro y de forma silenciosa, el felino de felpa trepa de un salto a la mesa y se vuelve a sentar, pasando la punta de patita por su mejilla a modo de caricia.

-No quiero faltarle el respeto, mi Señor, pero me en el poco tiempo que he pasado con ella, me he encariñado de su persona. No en sentido romántico, sino como protegida; es dulce y delicada conmigo, cuida las cosas con mimo y se nota que, a pesar de su obscuridad interior, no es mala persona, solo es diferente.

-No es falta de respeto, descuida, y estoy de acuerdo, ella es todo eso y es por eso mismo que la amo. Desde la primera vez que la vi, supe que había algo en su interior que sentí que me complementaba y no me ha decepcionado, sino todo lo contrario, no deja de sorprenderme una y otra vez. Hoy pudo tener miedo al entender que ese no era un chico normal, no sabía que era Zalgo (porque no lo conoce), mas no se amedrentó cuando notó que era algo parecido a mí y a los payasos. Se mantuvo firme y plantó cara. Estoy orgulloso de ella.

La punta de los dedos del juguetero pasan a la mejilla de la joven durmiente y la acarician con delicadeza, notando el calor de la piel y la textura aterciopelada de la misma; el rosado de sus mejillas confirmando que no hay nada que temer, que ella está bien y que pronto despertará.

-¿Y qué haremos ahora, mi Señor? Zalgo la ha encontrado, sabe dónde buscarla, no podemos simplemente hace como si nada o volver a ocultarla, él sabrá encontrarla. Y sabemos que volverá por ella.

El conejo, que hasta el momento había estado quieto y silencioso acostado sobre el pecho de la chica con su mejilla pegada a ella y sus flácidos brazos estirados a su alrededor en un abrazo, se pone de pie y apunta hacia las muñecas de su creador, observando al ojidorado expectante.

-No, Mr. Bunny, no puedo mandar a una muñeca en su lugar, al menos no una de esas. Todos se darían cuenta de que no es ella y necesitaría mucho tiempo para que fuera igual y actuara como ella como para que fuera útil y convincente.