Me siento como si me hubiera pasado un maldito camión por encima, me duele hasta lo que no sabía que podía dolerme. ¿Qué fue lo que pasó? Mi mente es un hervidero de imágenes que surgen y se van tal y como aparecieron, sin permitirme realmente el poder conseguir hilar un recuerdo y, cuando abro los ojos, todo está obscuro y no tengo idea de dónde se supone que estoy.
Lentamente, tratando de evitar la mayor cantidad de punzadas en mi cuerpo posibles, me levanto hasta quedar sentada sobre la superficie donde me encuentro y, luego de un par de respiraciones para calmarme, intento concentrarme para poder recordar qué ocurrió. No me hace falta mucho, fue presionar un poco mi cerebro, y que todo se reacomode a la velocidad del rayo, llevándome a la noche de asesinato con Slender de perro guardián y mi posterior muerte a causa de mi desobediencia. ¿O sea que sigo muerta? ¿Así se siente cuando uno ya no está entre los vivos?
A pesar de no ser capaz siquiera de contemplar mi nariz en la negrura, alzo mis manos y, con cuidado tanteo mi ser, notando extrañas protuberancias diminutas por distintas zonas de mi piel, las cuales punzan de dolor con el mero roce de mis dedos.
Además, noto una tela fina cubriendo desde mis pies hasta mi cadera y nada más, no llevo ningún tipo de ropa sobre mí. ¿Qué demonios?
De la nada, una luz aparece de un instante al otro, la cual es la llama solitaria de una vela casi a los pies de donde me encuentro sentada, y al momento siguiente, una tras otra, cientos más se encienden por sí solas, iluminando la estancia y permitiéndome finalmente, entender dónde me encuentro: el taller de Jason.
Lo único que viene a mí, son las preguntas de ¿dónde está él? Y, ¿el plan funcionó?
Con la nueva claridad, ahora puedo revisarme y me quedo de piedra, al ver que lo que sentí antes, no son otra cosa que cicatrices, alargadas, finas y un tanto coloradas aún, pero cicatrices al fin y al cabo, las cuales ostentan unos sutiles hilos como de oro y un par de manchas escarlata, aunque pequeñas, casi como puntitos, de esos que se hacen con un cepillo y pintura. No puedo evitar sentir la necesidad de tocarlas, lo que hace que note otro detalle: mis uñas volvieron a la normalidad, vuelven a ser humanas, de esas rosadas con borde blanco. ¿Volví a ser humana? ¿Podría ser posible?
Mi mano tiembla por la emoción, incluso mi respiración se acelera al entender la magnitud de esto, siento las lágrimas resbalar por mis mejillas y, como si mi cerebro hubiese hecho clic, llevo mi atención a mi pecho, a donde estaban las punciones negras anteriormente, para ahora ver solo piel lisa y esas pequeñas puntadas en dorado, muchísimo más sutiles que las marcas quemadas anteriores.
Esto tiene casi una firma, nadie más que él pudo haber hecho algo así y mientras paseo mis manos por mi cabello nuevamente blanco con alegría, siento el enorme deseo de gritar su nombre de llamarlo con todas mis fuerzas. ¿Dónde está?
La mirada en esos puntos me hacen notar otra cosa, una delgada cicatriz en medio de mis pechos, una de esas que quedan luego de una cirugía al corazón; ¿qué pasó ahí? Curiosa y temerosa, apoyo mi mano con suavidad para evitar el mayor dolor posible, en busca del latir de mi corazón, solo para encontrar un silencio sepulcral, una ausencia total de ritmo cardíaco. ¿Entonces no estoy viva?
¿Qué demonios está pasando conmigo?
Creo sentir cómo enloquezco de a poco, hasta que el sonido de la puerta se escucha a mi derecha y volteo a ver quién a entrado, solo para chocar de lleno con ese par de orbes de oro, los cuales se agrandan como platos al toparse conmigo. Casi parece haberse teletransportado, porque en menos de un segundo, ya lo tengo pegado a mí, abrazándome con tal fuerza, que parece que quiere fundirse conmigo. No entiendo nada de nada, estoy más perdida que esquimal en medio del Sahara, sin embargo, el contacto de su ser con el mío, me llena de una calidez tan satisfactoria y necesaria para mi helado ser, que desecho todo (incluso el dolor que me provoca la presión de su acción) por el tiempo que dure el abrazo y simplemente me dejo ir, devolviendo el gesto con la misma intensidad.

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El Juguetero
AcakQue tus viejos no acepten quien sos porque no vas con su onda, es realmente molesto. Yo sé que no me odian, me aman, pero lo que he elegido para mí (algo completamente opuesto a su vida y creencias hippies) no es de su agrado en absoluto y es muy pe...