34°

1.5K 24 1
                                    

Pov omnisciente:




En un obscuro cuarto solo iluminada por antorchas de fuego azul, un cuerpo se retuerce entre gemidos de dolor recostado sobre el suelo de helada piedra negra. Hacía rato que sufría, pero su garganta estaba tan destrozada por los agónicos gritos soltados al inicio del proceso que estaba sufriendo cada célula de su persona, que ahora, a penas si podía soltar un lastimero quejido por su padecimiento alargado. 

Entre la neblina de dolor que poblaba su mente, no podía entender cómo era que aún no se había desmayado: ¿es, acaso, que su umbral de dolor era tan alto que no había alcanzado su límite de aguante para desvanecerse? ¿Por qué no perdía la maldita consciencia? ¿Cuánto llevaba así y cuánto más tendría que aguantar? ¿Era gracias a él? ¿Ese maldito era quien estaba evitando que su mente se separara de su cuerpo? 

En ese momento, por primera vez desde que tenía memoria, estaba pidiendo que la muerte alcanzara su torturada alma. Lo había perdido todo, ya no tenía una razón de seguir, o al menos eso pensaba hasta que la imagen de esos ojos de oro volvía a su mente, y entonces recordaba la causa del por qué aguantar eso, que él estuviera a salvo y libre; eso hacía que todo valiera la pena.

De un momento a otro, cuando ya creía que esto duraría para siempre, que esto era lo que en realidad había planeado ese maldito para ella, todo se detuvo y, el único sonido en la habitación, fue el crepitar del fuego de las antorchas y su acelerada respiración. 

-Parece que terminó el proceso. 

La voz gruesa suena por todo el entorno y, como se había hecho costumbre entre ambos, de la negrura de la pared, surge ese ser negro de cuernos torcidos, sonriendo diabólicamente hacia el ser en el suelo. 

-No gastes energías en vano en contestar, estarás débil por un rato más en lo que te acostumbras a tu nuevo ser. 

Los ojos, ahora de un naranja rojizo intenso, se cruzan con los del obscuro ser en una mezcla de odio y dolor, lo cual hace sonreír con burla al demonio que la observa con superioridad.

-Cuando te puedas levantar, tu nueva ropa está en aquella esquina junto con los accesorios que necesitarás a partir de ahora. Te esperaré en el salón principal; en cuanto salgas, uno de mis esbirros te guiará hasta allí ya que, obviamente, no conoces el lugar. Te veré luego, querida. 

Tal y como apareció, el demonio desaparece del lugar, y la joven sobre el suelo, deja salir las lágrimas que tenía contenidas. Ya no había marcha atrás...




-Mi señor, lamento interrumpirlo, pero la señorita ya está tarde en su horario laboral.

El pelirrojo observa el reloj que tiene en su taller y se da cuenta de que el gato de felpa tiene razón, lo cual es muy extraño pues la peliblanca nunca llega tarde. Ya era raro que no se hubiera llevado a su protector anoche, y si le sumaba esto, la cosa resultaba extraña y preocupante. No se había preocupado porque ella le había prometido que esperaría a ver qué se le ocurría a él y tenía tres días para eso todavía, mas ahora se arrepentía de no haber llevado a su creación para que la cuidara. ¿Y si le había pasado algo?

Nervioso y preocupado, rápidamente suelta sus herramientas y se encamina a su puerta azul, la cual hizo aparecer en un costado, y se adentra en ella con el felino tras de él, encontrando el cuarto de la joven a obscuras. ¿Dónde estaba ella?

Aún sin la luz encendida, era capaz de ver que todo estaba en orden, no parecía haber nada fuera de lugar, es como si la peliblanca se hubiera ido como si nada, ¿entonces qué estaba pasando? 

El JugueteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora