Pasados unos días de la reunión en la casa de los Pittman, doña Ernestina no dejaba de hablar sobre lo incómoda que se había visto la señorita Curier en el baile. Algo que era normal en ella. Sus hijas sabían perfectamente que no cambiaría de tema, a menos que pasara algo más interesante.
—Imagino que se sintió muy feliz cuando fue la primera en ver los vestidos. ¡Gran sorpresa se llevó, que nadie le presto el más mínimo interés! —se reía.
—A mí me da un poco de pesar. No sólo a ella se le notaba su molestia, sus padres también estaban un poco incómodos —agregaba Linda desde donde estaba sentada, preparando la lista de invitados para su boda.
—No hay duda de eso. Según escuché, tenían la intención de aprovechar el baile para que Rodolfo simpatizara con su hija. Para su mala suerte, el joven Pittman pasó muy pendiente de tú hermana todo el tiempo.
—Por eso mismo los compadezco. Si a mí me hubieran hecho semejante desplante, también me hubiera sentido muy ofendida.
—Pero el desplante se lo buscaron ellos. Yo fui testigo de que más de un joven se acercó para invitar a bailar a la señorita Curier, y fue ella quien se negó. Por lo menos tú hermana esta vez sí fue inteligente y no rechazó a Rodolfo.
—Imagino que esperaban que Rodolfo bailara con ella entonces.
—No lo imagines, cariño. Estoy totalmente segura de que fue así. Por eso mismo rechazó las invitaciones que le hicieron; la pobre ilusa albergaba la esperanza de que Rodolfo la invitara a ella, pero no, él estaba muy entretenido con tú hermana. ¡Ha sido el baile que más he disfrutado!
Doña Ernestina no cabía de la emoción. Se sentía más que segura de que al fin su sueño se haría realidad y pronto vería a su pequeña hija comprometida con Rodolfo Pittman, su emoción era tan grande que incluso se imaginaba la boda, el vestido y hasta los nietos.
—¿Crees que es mucha gente? —preguntaba Linda después de mencionar el número de invitados que irían a su boda.
—¡Claro que no! Es tu fiesta y nada más te casas una vez en la vida —la animaba su madre.
—¿Es enserio? ¿Tantos? Yo que tú no invitaba a nadie —comentaba Gena con pocos ánimos.
—¡Cómo se te ocurre!
—Lo siento, mamá, pero en el baile yo no veía a dos personas comprometidas, veía a dos amigos. No vi en ningún momento alguna muestra de cariño.
—Porque no todos los enamorados tienen la costumbre de andarse dando muestras de afecto delante de la gente.
—De igual forma es lo que pienso. Ahora si me lo permiten me tengo que ir al hospital.
A doña Ernestina no le agradaba en lo absoluto que su hija estuviera yendo a servir de voluntaria, pero en ese momento le pareció buena idea que se mantuviera ocupada en otro lugar, y no estuviera en casa, solamente para mortificarla con sus comentarios tan fuera de lugar, como ella los catalogaba.
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CERCA DE TI
RomanceHay promesas que aunque parecen simples jamás se rompen, e historias de amor que perduran toda la vida. A Gena jamás le explicaron sobre la posibilida de seguir amando más allá de la muerte, hasta que conoce a Ricardo. Un joven de distinta clase so...